Somos energía. A lo largo de nuestra existencia se genera una constante transformación e intercambio energético entre nosotros y el medio en el que vivimos. Cada latido de nuestro corazón es también energía, genera ondas electromagnéticas que siguen un patrón ordenado y repetitivo. Este electromagnetismo se transmite desde el corazón a nuestro cerebro bajo un ritmo constante cuando se está sano. A este proceso se le conoce, entre otros nombres, como coherencia entre el corazón y la mente, o coherencia cardiaca.
Ahora bien, el cerebro controla las funciones del organismo y, por consiguiente, la coherencia del corazón no puede menos que traducirse en salud. Cuando nada la altera, el funcionamiento del sistema endocrino, cardiorespiratorio y digestivo se ve favorecido. Dicho de otro modo, un latido ordenado y rítmico, tal como lo demuestra la ciencia médica, es un indicador clave de que todo va bien con nuestro organismo, con nuestra mente y con nuestras emociones. El corazón, cómo órgano, sigue un ciclo que se ve afectado por las emociones y pensamientos. Desde un enfoque holístico es, asimismo, un indicador de equilibrio sistémico.
Todos nos hemos dado cuenta en algún momento de nuestra vida que cuando nos enfrentamos a alguna situación de peligro, miedo, ira, la respiración se hace entrecortada y rápida, queda en la zona cardíaca, no llega al estómago y el corazón se acelera. Los estados mentales influyen en la respiración y en el corazón. Por ello, es muy importante primero modular la respiración, ya que así se modula el corazón y la mente, comienzan a trabajar en coherencia y armonía.
Los egipcios de hecho, consideraban que el corazón era el órgano más importante del cuerpo, y le consideraban el asiento de los pensamientos, de la inteligencia y de la experiencia en una concepción cardiocentrista del ser humano, tal como se señala en el papiro de Ebers, que data del 1500 a.c. En este papiro, se explica la coherencia cardiaca desde la cosmovisión egipcia. El cerebro, es capaz de hablar con sus latidos, tal como se manifiesta el texto antiguo en un lenguaje poético.
Las emociones afectan directamente al corazón. Tal vez la intuición de los antiguos egipcios, fue lo que les llevó a darle tanta importancia a este órgano, dado que es un barómetro emocional. Así, pues, estados de estrés o de sufrimiento permanente pueden devenir en afecciones cardiacas.
Para mantener la coherencia mente corazón, es necesario vigilar la calidad de los pensamientos. Los pensamientos influyen en nuestro estado emocional y, por ende, en nuestras acciones y decisiones. En el largo plazo, terminan construyendo nuestra realidad y determinando la forma en como experimentamos las contingencias.
Dentro del abanico de opciones que disponemos para mantener la coherencia cerebro-corazón, existen prácticas tan antiguas como la misma sociedad. De este modo, controlar el fluir incesante de pensamientos es posible gracias a prácticas como la meditación, técnicas de respiración o pranayamas y el yoga. Crear hábitos saludables, si lo vemos en perspectiva, pasa por mantenernos el mayor tiempo posible disfrutando del presente, en un estado de paz y felicidad. Bajo este orden de ideas, La ciencia moderna ha indagado en la forma en cómo actúan prácticas como la meditación y el yoga, reestructurando incluso la química cerebral, con efectos duraderos que favorecen nuestra salud y bienestar.
Las actividades que favorecen el corazón, también hacen lo propio por el cerebro. El ejercicio cardiovascular es tan bueno para nuestro cerebro y nuestra mente como para nuestro sistema cardiorespiratorio.
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