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El apego y la espiritualidad son dos conceptos que suelen estar entrelazados. En muchas tradiciones espirituales, el apego se considera un obstáculo para la iluminación o la liberación. Esto se debe a que el apego puede conducir al sufrimiento. Cuando estamos apegados a algo, dependemos de ello para ser felices. Si lo perdemos, experimentamos dolor. Esto puede conducir a un ciclo de apego, pérdida y sufrimiento.

El apego, el deseo y la pérdida

Nuestra esencia verdadera es libre de apegos. El apego, tiene su correlato en el lenguaje y se expresa en las etiquetas mía, mío, o cualquier adjetivo posesivo. ¿Quiere decir esto que debamos dejar de nombrar las cosas que llamamos pertenencias? En modo alguno, basta con estar conscientes de que, en realidad, la pertenencia es ilusoria. Nada nos pertenece, y todo tiene una naturaleza mutable y cambiante, de manera que el apego está irremediablemente asociado a la pérdida.

El apego puede ser a muchas cosas, podemos apegarnos a una idea, a una pareja, a un anhelo o deseo, a la idea de nación, o a nuestra familia. Personas, objetos, religión, ideas, todo puede ser fuente de apego. El apego es, también, el núcleo del deseo, tal como se ha adelantado. Estamos apegados a nuestros deseos, los deseos son necesidades forjadas en el apego.

Así, también, nuestras preocupaciones se conectan con el apego. Dicho de otro modo, donde hay apego, hay miedo, se tiene miedo a perder el objeto del apego. Y, por consiguiente, siempre surgen emociones dolorosas allí donde hay apego.

El apego además obstaculiza el crecimiento espiritual, por cuanto nos cierra de mente y nos limita. Si tenemos mucho apego a una idea, somos incapaces de dialogar, somos menos flexibles y abiertos a otras perspectivas y a la sabiduría.

Las trampas del apego y la identidad

El apego es tan importante en el desarrollo espiritual, que el foco de las prácticas espirituales está precisamente en ayudar a trascender el apego. Nuestra dimensión material está muy asociada al apego y, por eso, superar el apego supone estar más allá de las necesidades y deseos que acompañan al ser humano desde su nacimiento.

El apego es como la extensión del ego, de nuestra imagen creada. Así, por ejemplo, si tuviéramos mucho apego a una idea a tal punto que la incorporamos como parte de nuestra identidad, de lo que creemos que somos, tendremos un apego que suele ser a veces más fuerte que el apego a las cosas. A este respecto, cabe resaltar que los radioaficionados, o en el ámbito de cualquier reunión donde se quiere que reine la armonía, se solicita no hablar ni de religión ni de política, son temas sensibles, emocionales, vinculados a la identidad y al apego a ideas fijas que fungen de brújula moral y existencial. Se articulan a los apegos, a la personalidad (lo que sabemos y creemos que somos) y a las ideas propias (que están configuradas por las ideas colectivas de nuestro grupo social).

El desapego

El desapego es una virtud, la virtud del desapego -tal como la define Guillermo Simó-, se cultiva. Es una virtud que se cosecha con la práctica espiritual. Cuánto más nos apegamos, como resulta claro, más nos cuesta soltar, ¿pero soltar qué? Lo que consideramos nuestro, parte de nuestro yo ilusorio, es decir, de lo que consideramos es nuestra identidad inmutable, nuestra personalidad sobre la que basamos nuestra autoestima normalmente. La defensa de los apegos es, pues, una defensa de sí mismo.

Reflexionar sobre el apego

Para cultivar el desapego conviene meditar sobre el hecho de que no son tuyas las cosas que el universo te trae. Ni siquiera tus hijos, tus padres, tu pareja y familiares son tuyos, tampoco las cosas. Por consiguiente, no puedes perder nada porque nada es tuyo. No es tuyo lo que te trae el universo.

La práctica de la meditación te conduce de manera natural a observar tus apegos. Verlos desde afuera, como si vieras una película. Puedes decidir soltarlos o conservarlos, pero sabiendo que los apegos, en última instancia, acarrean sufrimiento.

También conviene reflexionar sobre el cambio, todo cambia y está en permanente movimiento. Aferrarse a algo que irremediablemente se transformará, solo puede llevar al duelo de perder esa cosa a la que te has apegado. Si pudieses reflexionar sobre tu punto débil, aquello que te genera más preocupación y ansiedad en tu vida, probablemente encontrarás algunos de tus principales apegos.

El desapego no es un proceso fácil, es el proceso de trascender este plano existencial. Sin embargo, mientras menos apegos tengas, tendrás también más paz, plenitud y sabiduría.

He aquí algunos consejos para cultivar el desapego:

  • Sé consciente de tus propios apegos. ¿A qué estás apegado? ¿Cuáles son los beneficios y los inconvenientes de estos apegos?
  • Practica el desapego. Esto no significa que tengas que renunciar por completo a tus apegos. Pero sí significa que no debes dejar que te controlen.
  • Desarrolla un sentido de autoestima. Cuando te sientes bien contigo mismo, es menos probable que te apegues a cosas o personas de forma poco saludable.
  • Conecta con algo más grande que tú. Puede ser un maestro espiritual, un poder superior o la naturaleza. Conectar con algo más grande puede ayudarte a ver el mundo desde una perspectiva más desinteresada y a liberarte de tus apegos.
  • Reflexiona sobre el cambio y sobre lo que crees que es tuyo e invariable.
  • También es importante recordar que el apego es una parte natural de la vida. Siempre tendremos apegos, por mucho que intentemos evitarlos. Lo importante es ser conscientes de nuestros apegos, tratar de trabajarlos para minimizarlos y cultivar apegos sanos que nos aporten alegría y satisfacción.
  • Has prácticas espirituales, medita, haz yoga, reflexiona sobre el cambio y la mutabilidad de la existencia.

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