Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado.
Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro.
Si estás en paz, estás viviendo en el presente.
Lao Tse
La idea de paz, ha venido siempre asociada a la de estados de felicidad. Difícilmente podría pensarse en la felicidad sin la paz, en tanto que los estados de perturbación y falta de armonía se vinculan a vibraciones energéticas bajas y emociones negativas o discordantes que nos afectan.
A diferencia de las visiones de paz que dependen de factores externos, la paz interior ha sido uno de los grandes temas de la filosofía y de las corrientes espirituales durante siglos. La paz interior ha sido abordada desde muchos enfoques. No obstante, todas las posturas sobre la paz como meta ulterior para alcanzar la plenitud y el desarrollo personal tienen algo en común; la paz es algo alcanzable a través de la disciplina de la mente y del control de los impulsos. A este respecto, la meditación es sin duda alguna un medio para alcanzar ambos propósitos.
La meditación involucra de suyo estados de paz, plenitud y calma, siendo una de las herramientas más poderosas para controlar la mente y alcanzar mayores niveles de bienestar partiendo de armonizar nuestro mundo interior, hecho que se verá reflejado en nuestra salud, nuestro campo energético y en nuestra espiritualidad.
Asimismo, para la tradición budista, encontrar paz interior atañe a una noción de felicidad más estable y menos fugaz que la que comúnmente manejamos en occidente. A la felicidad, vista como la consecución de los deseos y anhelos cuyo resultado puede depender de circunstancias externas, se antepone el control sobre los deseos y el desapego a través de la acuciosa práctica de la meditación y el desarrollo de la compasión. No obstante, el júbilo y la alegría son estados de vibración elevados, la reflexión budista en todo caso nos invita a asir un estado de bienestar más duradero a la vez que se busca evitar el sufrimiento asociado al apego.
Por otro lado, los grandes maestros espirituales de las distintas corrientes religiosas han tenido como común denominador el haber sido grandes predicadores de la paz. Estar en paz es, pues, estar bien consigo mismo, con los demás y con el todo universal. Es también necesitar menos y tener más que ofrecer al mundo desde una visión altruista que promueva nuestro crecimiento espiritual. La paz interior se irradia a la sociedad, genera armonía en nuestro entorno.
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La práctica de la meditación nos permite reducir los niveles de ego y eleva nuestra empatía y compasión hacia los demás seres. Por consiguiente, los problemas personales resultan ser menos significativos. La compasión, de hecho, nos permite ver el mundo desde la perspectiva de los demás, y esta comprensión amplia del mundo, no puede menos que otorgar entendimiento y paz interior.
“Cuando pensamos en los demás como si fueran tan queridos como nosotros mismos, la mente se abre y se amplía. Entonces, como resultado, hasta los problemas serios parecen menos significativos. Hay una gran diferencia en la emoción dependiendo de nuestra amplitud de visión: desde nuestra propia perspectiva o desde la perspectiva de todos los demás.
Por lo tanto, hay dos elementos que son importantes para la paz mental. El primero es darse cuenta de la realidad. Si nos aproximamos a las situaciones de forma realista, entonces no habrá consecuencias inesperadas. El segundo es la compasión, que abre la llamada “puerta interna”. El miedo y la sospecha nos aíslan de los demás.”
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