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Hasta no hace mucho se pensaba que nuestros genes eran la llave para descifrar nuestra biología. Y, sus alteraciones, si acaso ocurrían, no podían heredarse a las siguientes generaciones.

Descubrir el genoma humano era visto, pues, como la clave para explicar al ser humano en su totalidad de un modo reduccionista. No obstante, una vez descifrado el genoma humano, los científicos pudieron advertir el limitado alcance de esta visión sobre los genes. Los genes, no lo explicaban todo.

Así, según avanzaba el estudio sobre la interacción de los genes con el ambiente, se descubrió que los genes son altamente adaptables. Son modificados por nuestras condiciones ambientales y, por consiguiente, dichas alteraciones podían transmitirse a las siguientes generaciones. A esta modulación de la expresión de los genes se le dio el nombre de epigenética. Dicho de otro modo, un mismo gen puede manifestarse de distintos modos según su forma de reaccionar ante el  entorno.

A estos efectos, los genes funcionan como interruptores que controlan diversas funciones cuando se expresan. Dichos interruptores se prenden o se apagan según las condiciones de vida de los organismos, manteniendo de esta manera una relación de interdependencia con nuestro ambiente. De este modo, nuestra relación con el ambiente es de simbiosis ecosistémica.

A todas estas, los científicos observaron que un mismo gen puede manifestarse como una característica normal, una enfermedad, o bien no expresarse en absoluto. Esto se ha observado en hermanos con idénticos genes, uno tiene la capacidad de curarse o de no enfermarse y el otro no. Se observó que  la diferencia fue la forma de reaccionar o aprovechar el entorno. Esta amplia gama de reacciones de los genes al entorno hizo del todo imposible hacer predicciones y estimaciones precisas a partir del mero genoma humano, es decir, el mapa genético del ser humano.

A los genes se les puede dar la señal para que   se en enciendan o se apaguen

Los procesos a través de los cuales los genes interactúan con el medio ambiente son realmente mecanismos de adaptación cuyos procesos parecieran escapar a nuestra voluntad. No obstante. Cabe pues preguntarse ¿podemos intervenir en dichos procesos de activación y desactivación de la expresión de los genes conscientemente? La biología moderna y sus campos transdiciplinarios apuntan a que sí, es una posibilidad real.

InterruptorSi estamos pensando y sintiendo de una misma manera, mantenemos los mismos genes.  Asimismo, si empezamos a pensar diferente, tomaremos decisiones diferentes y tendremos comportamientos diferentes que van a crear nuevas experiencia y nuevas emociones. De esta manera, empezaremos a darle nuevas señales a los genes, modificando su expresión. Una forma distinta de pensar no sólo repercute en nuestro entorno, también lo hace en la química de nuestro cerebro y en nuestros procesos biológicos y, por consiguiente, en nuestra epigenética.

La interacción entre el ambiente, la mente y las células en el proceso epigenético

Nuestras condiciones de vida y nuestra interacción con el medio dependen en buena medida de nuestros pensamientos, emociones y actitudes hacia las circunstancias externas (el entorno). Así, por ejemplo, algunos pensamientos referentes a algunas circunstancias de nuestro entorno pueden hacer que reaccionemos con estrés, ansiedad o miedo. En el ser humano -toda vez que posee la capacidad de proyectar y recrear situaciones-, estas reacciones se dan aún ante la idea de alguna situación futura o imaginaria.

Por otro lado, situaciones traumáticas en nuestra historia de vida pueden dejar una profunda huella en nosotros. Esta huella no sólo se va a reflejar en nuestras emociones y, por tanto, en la química de nuestro cerebro; también modificará sustancialmente nuestros genes.

Así, las emociones y los pensamientos tienen el poder de modificar la expresión de los genes, y estos primeros, a su vez, se verán afectados por el ambiente. Bajo este orden de ideas, parece ser que la relación con nuestro entorno es sistémica y comporta un vínculo de interdependencia constante entre el medio en que vivimos y nuestro ser integral.

Hacia una biología de las creencias

No es difícil apreciar como en un ambiente enfermo, nuestro organismo puede enfermar. Ya la cultura china, desde tiempos remotos, había incorporado dentro de sus creencias el hecho de que el entorno puede afectarnos profundamente, por lo que dieron énfasis al proceso de armonizar los ambientes habitables para mejorar nuestro bienestar.

Biología de las creencias

En síntesis, en un ambiente tóxico nuestras células enferman. Pero esto no es todo, por si fuera poco los genes que se han alterado y que son responsables de la enfermedad pueden trasmitirse a nuestros descendientes según afirman las investigaciones en epigenética.

Pero ¿cuál es el mediador entre el medio ambiente y el comportamiento celular? Sin ahondar en términos biológicos, el sistema nervioso es el encargado de mediar entre el entorno y la respuesta de las células, cuya estructura biológica busca adaptarse a dicho entorno dando lugar a el proceso epigenético.

La mente como intérprete

epigenética menteLa mente es la que interpreta las señales ambientales que se trasmiten al organismo. De este modo, el hecho de que existan preocupaciones imaginarias que devienen en estrés crónico, o, que existan traumas pasados que nos alteren emocionalmente y que aún no hayan sanado, afecta a nuestras células y, en consecuencia, a la expresión de los genes conocida como epigenética.

Si cambiamos la percepción del ambiente, cambiamos las señales que entran a nuestro cuerpo y, por tanto, ajustaremos la función de nuestras células, esto es, contribuiremos a la homeostasis.

¿La causa de la alteración de los genes es ambiental o emocional?

Se puede aseverar que es una mezcla de ambas. Es verdad que no es fácil controlar o cambiar las circunstancias externas o ambientales.

Sin embargo, tenemos la habilidad para cambiar la percepción del ambiente y percibirlo diferente. Podemos  trabajar desarrollando esta habilidad y  el equilibrio emocional a través de la incorporación de prácticas saludables como la meditación y el yoga.

  • Se pueden dar señales diferentes a los genes cambiando nuestro estado interior y creando nuevas experiencias.
  • Tenemos la capacidad para controlar nuestra actividad genética.
  • No somos víctimas de nuestra herencia.
  • No estamos condenados por los genes.

epigenética

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