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Los seres humanos, a diferencia de otras especies, producimos un impacto profundo en la naturaleza. Nuestra huella material, también llamada huella ecológica, es capaz de alterar aún el clima del planeta, comprometiendo la vida de muchas especies animales, incluyendo al ser humano.

Desarrollo tecnológico sin precedentes y contaminación

La revolución industrial iniciada a mediados del siglo XVIII en Inglaterra desencadena un desarrollo tecnológico inusitado y sin precedentes en la historia de la humanidad. No obstante el crecimiento económico propiciado por la tecnología, y la opulencia generada, la producción en masa -cuya profundización acaeció en el siglo XX- también dio lugar a desequilibrios ecosistémicos impensables para las sociedades de los siglos XVI y XVIII o para los teóricos y científicos de la época.

Un proceso de la civilización guiado por la búsqueda de energía para la producción material, sin tomar en cuenta la energía espiritual

Con la revolución industrial -y habida cuenta de que el mundo se hallaba ya interconectado para aquel entonces dado el proceso de colonización europea iniciado en el siglo XV-, las sociedades humanas empezaron a buscar fuentes cada vez más eficientes de recursos para la producción. Así, pues, el carbón, una fuente de energía muy contaminante, pronto fue sustituido por el combustible fósil, no menos contaminante que el primero, pero más eficiente a la hora de generar energía.

Desde la misma colonia, muchos países colonizados se especializaron en producir materias primas para la producción manteniendo dicho patrón productivo extractivista hasta los días de hoy, y el mundo se convirtió en una gran fábrica perfectamente engranada, bajo una forma más o menos definida. No obstante, desde los albores de la globalización el mundo se transformó en una comunidad global, pero sin conciencia global, ni mucho menos de la unidad del ser humano con la naturaleza y con el todo. El “no civilizado”, de las culturas menos conectadas al mercado global, el distinto, no se hallaba sólo en un lugar geográfico determinado, sino que se concebía temporalmente como atrasado y no contemporáneo. Por otro lado, los saberes ancestrales de estos grupos humanos poco a poco fueron desapareciendo. Sin embargo, justamente estos grupos eran los más conectados con su espiritualidad, y con un mayor nivel de conciencia en relación a la importancia del equilibrio en la convivencia de los seres humanos y la naturaleza.

El problema del calentamiento global requiere de una humanidad con un mayor nivel de conciencia

 El problema ecológico actual, mismo que se expresa en el calentamiento global, atenta contra la supervivencia de la especie humana y, en general, en contra de la vida en la tierra tal como la conocemos. A este respecto, se espera que la tecnología resuelva por si misma el problema ecológico.

calentamiento global polosSin embargo, a la luz de los hechos, la tecnología sin conciencia ni voluntad para el cambio no basta. Para muestra, sólo basta ver el incremento de la tecnología bélica, cuyos usos no sólo siguen atentando contra el medio ambiente, sino que constituyen, como la guerra, un lastre para el bienestar humano y la superación de los estados actuales de conciencia. Pese a ello, el desarme mundial parece estar aún muy lejos siendo que constituye un elemento de peso en la geopolítica mundial.

Aún cuando existe suficiente poderío nuclear como para convertir a la tierra en un desierto inhabitable en caso de utilizarse, las principales potencias mundiales se niegan a abandonar cuando menos su armamento nuclear. Bajo este orden de ideas, las tecnologías menos contaminantes son sumamente costosas y, por consiguiente, su uso disminuiría la rentabilidad de las empresas, puesto que contaminar, al fin y al cabo, es gratis en términos monetarios, aunque todos paguemos el precio en términos de calidad de vida, bienestar y perspectivas para las generaciones futuras. Es por esta razón que algunos teóricos de la ecología han propuesto sin mucho éxito, que la contaminación debería tener un costo.

Energía para producir y para vivir

Somos energía, y lo mismo cabe decir para las sociedades vistas como grupos organizados de seres humanos. Interactuamos con la energía y, aunque consideramos menos muchas formas de energía como, por ejemplo, la energía que emitimos cada uno de nosotros es difícil omitir el hecho ya avalado por la física moderna de que la energía transmutada y organizada parece ser una constante en el universo. 

calentamiento global polución

Espiritualidad y clima

 Quizás sean las culturas ancestrales, con su humildad tecnológica las que más conciencia tenían de la naturaleza. Algunos de estos saberes ancestrales han sido recuperados por corrientes espirituales modernas. Quizás, se podría sintetizar que sus creencias, cosmovisión y sabiduría, que se reflejaban en la utilización de los recursos naturales, giraban en torno a mantener el equilibrio y la armonía con el todo para garantizar la supervivencia de su mundo.

Algunas de las culturas ancestrales menos avocadas a la guerra y normalmente con mucho menos desarrollo tecnológico, poseían profundos conocimientos sobre la coexistencia en armonía con el medio ambiente. Las poquísimas sociedades de este tipo que aún existen, dan prueba de esto.

En efecto, más que concebir a la naturaleza como un elemento externo a ser explotado, dominado y subyugado hasta el paroxismo del debacle ecológico, estas culturas se concebían como parte integral e inseparable de la naturaleza. En modo alguno sus mitos ubicaban al hombre como separado de la naturaleza, y normalmente los humanos ni siquiera ocupaban un lugar central en un orden ontológico menos jerárquico. Así, pues, la diferencia entre buscar integrarse a la naturaleza y explotarla sin miramientos no sólo se haya en la práctica, constituía una manifestación en el plano energético y espiritual. Todo esto como forma equilibrada de coexistir entre el ser humano y la naturaleza. Cabe pues preguntarse ¿existe algo que debamos aprender de los saberes ancestrales? ¿son los grupos humanos actuales que viven como cazadores y recolectores los grupos humanos que mejor se integran con su entorno? ¿Se puede incorporar algo de estos saberes al mundo moderno?

Conciencia elevada del todo en vez conciencia nacional

 Las distintas formas de nacionalismos actuales -cuyos vestigios en el siglo XX se pueden advertir en las cicatrices de las guerras que marcaron a la humanidad-, parecen negar o disminuir el problema del calentamiento global en favor de intereses nacionales específicos. Por el contrario, bajo una visión unificada de la humanidad y de la armonía del todo y sus partes, el problema ecológico, tal como lo ha ratificado la ciencia, trasciende cualquier frontera nacional o división geográfica inventada por el ser humano en sociedad. Es un problema que requiere de pensar en la unidad de la humanidad como un todo imbuido en una totalidad aún más abarcadora que la contiene. La tecnología, sin conciencia de la unidad entre espíritu, mente y materia, parece ser sólo una herramienta que puede ser usada potencialmente para generar un mayor bienestar, pero que a menudo sirve a intereses menos elevados.

calentamiento global activistasLos movimientos de activistas ecológicos, quizás den muestra del despertar de una conciencia planetaria distinta que poco a poco empieza a irrumpir en el mundo. Una conciencia menos egoísta que se apropia aún de los problemas que afectarán de manera indefectible a las generaciones futuras si continúa la inercia de la contaminación actual. Ojalá todos, de una u otra forma, realicemos individualmente acciones, de las muchas que se pueden hacer, para contribuir a la no contaminación de nuestro planeta y así ir recuperando el equilibrio entre la naturaleza y los seres humanos . Los mayores beneficiados seremos nosotros mismos, ya que un planeta con menos contaminación nos traerá mayor calidad de vida.

proceso civilizatorio

 

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