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La relación entre materia y energía, fue uno de los más grandes adelantos de la física en el siglo XX. Esta relación, además, vino acompañada de la trans-disciplinariedad. Disciplinas como la biofísica, o la bioquímica, dan cuenta de un proceso en el que las ciencias, tendiendo nexos entre sí, dan cabida al holismo.

La materia es energía estructurada, energía en movimiento que da lugar a distintos estados de materia. Dicho de otro modo, todo lo que percibimos y palpamos como materia es energía organizada en un mayor nivel de complejidad, vibrando a una determinada frecuencia. Bajo este orden de ideas, nuestros pensamientos y emociones, son también energía, que se propaga hacia nuestras dimensiones materiales (biológicas) y espirituales.

El pensamiento vibra a determinadas frecuencias

Joe Dispenza, científico que ha estudiado los vínculos entre nuestros pensamientos y la energía cuántica, explica como, en efecto, cada pensamiento se asocia a sustancias químicas en nuestro cerebro y en nuestro organismo. En este proceso, al hablar de sustancias químicas, subraya Dispenza, se está hablando ya de materia.

Pero esto no es todo, el ciclo energético al que estamos vinculados es mucho más amplio. Nuestros pensamientos, suelen expresarse en acciones (incluyendo al habla como un acto voluntario). Estas acciones, afectan nuestro entorno social y medioambiental. Así, pues, las energías de nuestro entorno están en permanente intercambio de información con nosotros, vibrando a diversas frecuencias.

La ciencia holística

Jordi Pigem, filósofo y Doctor en Ciencia Holística de Schumacher College, Inglaterra, destaca que los últimos hallazgos científicos revelan un agotamiento del paradigma materialista de la ciencia.

El universo mensurable, no obstante, encuentra sus fronteras cognoscibles en la relatividad del macrocosmos, y en el universo cuántico. Según Joe Dispenza:

“El campo cuántico (o unificado) es un campo invisible de energía e información —también podríamos decir «de inteligencia y conciencia»— que existe más allá del espacio y el tiempo. Allí no cabe nada físico ni material. Es ajeno a cualquier cosa que puedas percibir con los sentidos. Este campo unificado de energía e información gobierna las leyes de la naturaleza. Los científicos han tratado de cuantificar este proceso para que podamos entenderlo mejor, y no dejan de descubrir más y más al respecto.”

Así, pues, mientras el mecanicismo determinista se va agotando como paradigma científico, la ciencia ahonda cada vez más en las dimensiones de lo inmensurable; la bondad, el amor, la coherencia y, el mismo universo infinito. Poco a poco, las dimensiones energéticas y espirituales van estableciendo nexos con las fronteras de la ciencia.

Pero ¿por qué son necesarios estos nexos con las dimensiones espirituales y éticas de la humanidad? La ciencia, en sí misma, carece de ética y, por consiguiente, su efecto sobre la calidad de vida y el equilibrio del que dependemos, es de suyo neutral. Son las relaciones humanas las que guían los usos de la ciencia.

Una ciencia con consciencia

El paradigma científico materialista, siempre ha acompañado el proyecto de modernidad. La ciencia, era la llamada a garantizar una vida mejor y un futuro prometedor para la humanidad según el imaginario colectivo de la Belle Epoque. Solo era necesario dejarla actuar, y permitir que la racionalidad cartesiana condujese de manera natural a estados más elevados de bienestar. Las leyes de la naturaleza guiarían por si mismas el horizonte de la ciencia para construir una mejor sociedad.

Esta creencia, no obstante, se vio fuertemente trastocada por las dos grandes guerras que asolaron al mundo en el siglo XX, durante las cuales, la tecnología creció de manera disruptiva y a pasos agigantados, pero no para el beneficio de la humanidad, ni mucho menos guiada por este propósito. De esta manera, con el advenimiento de la era nuclear, se empezaron a manipular fuerzas potencialmente destructivas y capaces, por primera vez en la historia, de poner en riesgo la supervivencia de la especie humana y de muchas otras especies del planeta.

Luego de estos procesos que impactaron fuertemente la consciencia de la humanidad, el papel modernizador de la ciencia aplicada -la tecnología-, recobró su antiguo vigor en el periodo de posguerra. A estos efectos, empezaron a emerger casi de inmediato los usos benévolos de las fuerzas tecnológicas desatadas, pero siempre bajo aquel fantasma de las dos grandes guerras y del riesgo de los usos bélicos de la recién descubierta energía nuclear, en el marco de los conflictos internacionales. 

ciencia y espiritualidad

No obstante, la ciencia, bajo el paradigma materialista, sigue presentado dificultades en el mundo actual. Un mundo cada vez más interconectado y global, en el cual, existen riesgos mundiales como el calentamiento global, o las amenazas de pandemias desatadas por la explotación intensiva del ecosistema. Estos problemas no sólo requieren un abordaje científico y tecnológico distinto para su resolución, sino también de una aproximación ética, espiritual y empática hacia los seres vivientes. Un nivel más elevado de conciencia que guie a la ciencia.

cienciaPost-materialismo científico

Al universo no lo forman cosas, sino relaciones, subraya Jordi Pigem. Un entramado de relaciones vibrátil, el cual, eventualmente se expresa en cosas, en átomos. Pensar en el universo en términos de relaciones es pensar de manera holística, por cuanto existe un entramado de relaciones que nos conectan entre todos y con el todo.

El desafío de una ciencia más empática guiada por la ética y la espiritualidad sigue en pie. Las herramientas para el desarrollo de la consciencia, las terapias holísticas, son un buen punto de partida, toda vez que sus efectos benéficos, han sido avalados por las ciencias en desarrollo como la física cuántica, la neurociencia y la epigenética. Quizás, posibiliten la apertura de una ciencia cuyo fin sea siempre el bienestar humano y no otra cosa, bajo una relación más armoniosa con la naturaleza.

Todas las herramientas de crecimiento personal y espiritual, no sólo mejoran nuestra calidad de vida, nos ayudan a desarrollar niveles elevados de conciencia y empatía, más acordes con nuestra nueva realidad, nuestro nuevo Hoy. Son elementos de los que no debe prescindir la humanidad, y que deberían acompañar el desarrollo de una ciencia con consciencia. Siempre honrando y agradeciendo la ciencia que nos ha acompañado hasta ahora, pero avanzando con determinación hacia los descubrimientos de la nueva ciencia.

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