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Nuestras palabras y acciones son un reflejo de nuestros pensamientos, una parte de ellos que busca interactuar y comunicar a otros. Las palabras, según los estudiosos del lenguaje, son acciones, también conocidas como acciones ilocutivas. Cada acto del habla, refleja pues, una intención y cada intención un pensamiento. En el siguiente artículo se abordará la relación entre el acto del habla, los pensamientos y la física cuántica.

La palabra, algo más que solo decir

En cierto modo, nuestras vidas giran en torno a la palabra. La cultura se aprende y se transmite siempre mediada por la palabra, y no hay día en el que no debamos hacer uso del acto de hablar, es una capacidad muy especializada en el cerebro humano. El habla y la palabra está tan presente en nuestras vidas, que lo extraño resulta ser cesar el parloteo interno de nuestros pensamientos, puesto que también utilizamos el lenguaje para pensar y entablar diálogos interiores.

La lengua, el desarrollo del lenguaje, es algo común a todas las culturas y a la humanidad. Podríamos decir que la capacidad del lenguaje para crear historias y comunicar creencias es lo que nos distingue de la comunicación que realizan otros seres sintientes con los que compartimos el planeta. El ser humano se organiza, pues, en torno a la complejidad del lenguaje. No hay otra especie que tenga un nivel de lenguaje y comunicación tan complejo y elaborado, mismo que va acompañado de la capacidad cerebral. Pero ¿qué misterios esconde el lenguaje?, ¿es apenas un elemento de comunicación entre personas? Como todo en el universo, el lenguaje, y la palabra, tienen otras dimensiones, el lenguaje también es energía en movimiento. Los discursos -la articulación de la palabra para comunicar ideas-, no son inocuos, pueden desencadenar energías negativas o positivas, pueden generar mucho bien, o ser destructivos. La energía de los discursos cobra dimensiones más complejas cuando se trata de discursos que son amplificados por cualquier medio de difusión.

Palabra y creencias, el rol concedido a la palabra en las culturas

A la palabra se le ha concedido desde la antiguedad un rol creador. El acto de hablar es un acto de creación. Así, pues, muchas culturas alrededor del mundo y a lo largo de la historia han adjudicado propiedades mágicas al habla. Y, puede que no estuviesen tan equivocados.

En el antiguo Egipto, por ejemplo, se creía que la palabra tenía fuertes poderes mágicos, por lo que los sacerdotes, conociendo la naturaleza de los humanos y los dioses, podían dirigirse a estos últimos con peticiones y peticiones.La demanda convertida en frase no es real, sino órdenes que los dioses tenían que cumplir. El mismo rey, cuando quería algo, daba órdenes verbales; Estas órdenes fueron cumplidas inmediatamente por el pueblo, de modo que las palabras del faraón, el Dios en la tierra, día tras día se hacían realidad. “Yo soy el gran Verbo”, declaró el faraón en el Texto de la Pirámide, expresando así que con su verbo el rey podía revivir todo lo que quisiera. Primero, la idea nacerá en el corazón del monarca; entonces se dará como una orden verbal, y todos verán inmediatamente que este deseo se hará realidad. La fuerte creencia egipcia en el poder mágico de la palabra es evidente en las inscripciones guardadas en la tumba familiar de Petosiris, sumo sacerdote de Thoth en Hermópolis la Grande durante el período del Segundo reinado persa de Egipto. Este hombre, el arquetipo del místico egipcio, nos dejó una nota: “Construí esta tumba en este cementerio con los grandes espíritus que están aquí, el nombre de mi padre y hermano se puede pronunciar. Un hombre resucita, Petosiris nos dirá cuando se pronuncia su nombre.”

El pueblo hebreo, y, más tarde, el cristianismo, también concedería un gran poder a la palabra. La oración, en sí misma, sin la religión, busca apelar al poder de la palabra para comunicarse con la divinidad. Hay un versículo del evangelio de Juan, que es muy elocuente en cuanto al papel de la palabra en la cultura Hebrea: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.” El verbo, en el antiguo testamento, era la creación.

Pensamientos, palabras y emociones

Existe un hilo conductor entre los pensamientos, las palabras y las emociones. Esta conexión directa se va complejizando cuando la palabra, acto del habla, genera un efecto en quién la escucha. La palabra es, pues, como una onda expansiva, una piedra tirada en un lago calmo cuyas ondas se expanden en distintas magnitudes.

Las palabras generan emociones, son el reflejo de las emociones de quien las profiere, y generan un efecto emocional y cognitivo en quién la escucha. Las palabras pueden hacer daño, o pueden sanar. Cada frase y cada discurso que hilvanamos, deviene de un pensamiento, y cada pensamiento está asociado a emociones y péptidos, sustancias químicas que segrega nuestro cerebro.

Asimismo, a nivel cuántico, la palabra tiene efectos. Son decretos energéticos cuyos efectos se van entretejiendo en una compleja trama que conecta pensamientos, sentimientos y energías.

Cuidar los pensamientos, cuidar la palabra

Existe una relación entre el control de nuestros pensamientos y emociones y el cuidado de la palabra. No es casualidad que la continencia verbal, sea una práctica espiritual llevada a cabo por algunas religiones. La meditación es una de las formas de controlar el fluir de los pensamientos y, por consiguiente, de controlar la palabra proferida. La observación de los pensamientos, también es de la palabra y de la intencionalidad del acto del habla.

Reprogramar los pensamientos, es reprogramar el discurso, cambiar tu mente. La palabra tiene poder, vale la pena observarla de cerca para una vida más plena y equilibrada desde el punto de vista integral: cuerpo, mente, espíritu y energías.

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