“Si queremos que la humanidad disfrute de los frutos de la ciencia y la tecnología, en lugar de utilizarles para destruirnos a nosotros mismos y a todo el planeta, lo más importante en este momento, es elevar la consciencia humana” Sadhgruru
La sostenibilidad se trata de una propuesta para lograr que las sociedades humanas tengan una relación más consciente con la naturaleza. Esto es, administrar los recursos escasos que satisfacen necesidades humanas, de tal manera que no comprometa la capacidad de las generaciones futuras de satisfacerlas. En los siguientes párrafos, nos adentraremos en la relación que existe entre sostenibilidad y holismo como filosofía y basamento espiritual.
Desarrollo sostenible, un nuevo paradigma sistémico
Las sociedades humanas dependen enormemente de la naturaleza para su supervivencia. Esta relación con la naturaleza no es, pues, solamente económica, sino que también ecológica y ecosistémica. En realidad, adaptarse a un medio ambiente natural para satisfacer necesidades humanas es una de las características de la cultura y la capacidad adaptativa de los humanos es abrumadora. Aún en el clima inclemente de Alaska sobreviven los Inuit con soluciones tecnológicas que quizás consideremos humildes, pero que han sido suficientes para garantizarles la supervivencia a lo largo de los siglos.
Existe un límite para el crecimiento económico y el consumo de recursos planetarios. No obstante, el consumo de recursos parece forzar el equilibrio a tal grado que según la huella ecológica, -un indicador que mide el impacto de la humanidad sobre el medio ambiente-, se necesitaría 1,75 planetas tierra para satisfacer la demanda actual de bienes de la humanidad. Este indicador elaborado por la Global Footprint Network, organización internacional de sostenibilidad, lo que expresa es que el consumo humano está superando la biocapacidad del planeta (su capacidad regenerativa para proveer recursos), se calcula anualmente y desde 1971 el consumo sobrepasa la biocapacidad en cada año de una manera cada vez más acelerada.
Dicho de otro modo, la capacidad de reciclaje y de absorción de la contaminación y renovación de la naturaleza no es suficiente para soportar el ritmo de consumo actual. Y, sin embargo, hay pobreza y hambre y el consumo se distribuye de manera desigual entre países. Esto plantea una cuestión importante con implicaciones éticas y morales: ¿Se debe establecer un límite máximo de consumo?, la madre naturaleza parece decir que es así, por lo menos, hasta lograr un equilibrio, y esta conciencia está emergiendo en movimientos sociales y voceros en todo el mundo.
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Somos parte de la naturaleza y el todo universal
El ser humano, en su desarrollo civilizatorio, empieza a consumir recursos de manera desmedida desde el siglo XVIII, en el marco de la Revolución Industrial que inicia en Gran Bretaña. A partir de entonces, se podría decir que se inicia una ruptura entre la capacidad productiva (con un despliegue tecnológico y armamentístico exponencial) y la capacidad de la naturaleza de absorber el consumo de la actividad humana en la tierra. Pero este periodo representa menos del 99% de la historia de la humanidad, y aún en este periodo algunas culturas lograron mantener formas de vida basadas en el respeto hacia la naturaleza y el equilibrio natural. Aún hoy, la etnia mapuche, en Chile, vive en armonía con la naturaleza pese a que se han visto desplazados por el avance de la civilización occidental. Y, como ellos, otras sociedades llamadas primitivas, tienen una relación más respetuosa con la naturaleza de la que saben que dependen estrechamente.
Como común denominador, estás culturas le dan significados al equilibrio y a los ciclos naturales. Se sienten parte de la naturaleza y no ajenos a ella. La naturaleza no es un objeto inerte a ser explotado por la humanidad, antes bien, es un hogar que nutre y nos alberga, un lugar al que pertenecemos de manera estructural y holística. En las creencias animistas y panteístas, se entiende que la naturaleza puede prescindir del ser humano. En la visión holística, somos parte de un todo universal y nuestra relación con la naturaleza es sistémica. El respeto por los seres sintientes se extiende, pues, a nivel planetario.
La teoría de Gaia y el holismo
La teoría de Gaia afirma que la Tierra es un superorganismo. Un sistema complejo y altamente organizado. Este sistema se autorregula, mantiene la homeostasis y genera sus propias defensas ante amenazas como si se tratase de un sistema inmunitario. Es una hipótesis fundamentalmente holística, establece cierta conexión entre la materia inerte y la vida. Lo interesante es que los componentes que forman la vida, las moléculas de todo ser viviente, se encuentran también en la materia inerte organizada de un modo distinto.
Nuestra conexión con el ecosistema es insoslayable. Los ciclos de la Tierra, como las estaciones o los efectos gravitatorios de la Luna sobre el planeta, nos afectan de una manera tan sutil, que a veces olvidamos que somos parte de ese todo al que la civilización busca dominar, antes que armonizar.
La teoría de Gaia, nos hablaría pues del todo como algo más que la suma de sus partes desde un enfoque holístico.
El crecimiento espiritual como necesidad
El calentamiento global, y los problemas que enfrenta la humanidad hoy en día, hacen del desarrollo espiritual una necesidad. Ante el vacío espiritual que acompaña los modos de vida modernos, los problemas climáticos y ambientales se avizoran como un sino irrefrenable en medio del trajín del día a día. No obstante, el surgir de una nueva conciencia humanitaria empieza a encontrar voceros en todo el mundo. La humanidad tiene que evolucionar espiritualmente para dar salida a estos problemas, y es a este respecto que las prácticas espirituales y la reflexión cobran gran relevancia.
La visión ecológica del Dalai Lama
El Dalai Lama tiene una visión importante sobre la espiritualidad y la ecología, dos perspectivas que, según él, no se encuentran en modo alguno reñidas. Antes bien, la ecología atañe a una forma de conciencia espiritual por cuanto involucra una visión consciente de las conexiones de nuestro ser con el todo, la naturaleza y el universo.
El actual Dalai Lama, quizás sea uno de los líderes espirituales en los que la espiritualidad y la ecología se desdibujan de manera más notoria. Su visión tiene muchos lugares comunes con las ideas de sostenibilidad que aún no encuentran asidero en un mundo altamente globalizado de hoy. En sus palabras:
“Creo profundamente que no solo debemos mantener suaves, las relaciones pacíficas con los demás seres humanos, sino también que es muy importante ampliar el mismo tipo de actitud hacia el medio ambiente natural. Tenemos que enseñar a la gente que el medio ambiente tiene una influencia directa en nuestro propio beneficio. Si usted piensa solo en usted y se olvida de los demás, en última instancia, usted perderá. Eso también es algo así como una ley de la naturaleza. Si nuestra generación explota todos los recursos disponibles: los árboles, el agua y los minerales, sin ningún cuidado para las generaciones venideras o el futuro, entonces estamos en falta, ¿no? Pero si tenemos un verdadero sentido de responsabilidad universal como nuestra motivación central, entonces nuestras relaciones con el medio ambiente serán bien equilibradas, y también lo serán nuestras relaciones con nuestros vecinos, tanto nacionales como internacionales.” Tenzin Gyatso, actual Dalai Lama
En conclusión
Podemos concluir, que ser conscientes de la importancia de cuidar nuestro medio ambiente, nuestro planeta, forma parte de nuestro progreso espiritual. Desde mi experiencia, puedo decir que todas las personas que han pasado por mis sesiones con el objetivo de sanar, cambiar lo que les pudiera estar afectando, integran muy rápidamente la naturaleza como parte de su proceso de sanación. No solo desde la conciencia de cuidar nuestros recursos, sino también por el gran poder sanador que tiene estar en contacto con ella. Y para ello debemos cuidar nuestro planeta.
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