“El todo es mayor que la suma de las partes” según el enunciado aristotélico. Es decir, al sumar las partes surgen elementos que por separado no se percibían. Así, desde la perspectiva de la holística la estructura de la vida está circunscrita al principio de la universalidad, en la que el universo en toda su complejidad es el resultado de múltiples relaciones.
El gran entramado universal nos deja ver su vinculación energética con el todo, desde las formas de vida microscópicas más simples, hasta los sistemas más complejos, orgánicos e inorgánicos, ya que todos y cada uno de los componentes son fundamentales para mantener el equilibrio universal. Pues, no existe el todo sin la suma de las partes, desde la perspectiva holística.
Así también, la perspectiva holística permite la comprensión de las múltiples interacciones que regulan cada uno de los eventos generadores de cambios en el universo.
Gaia y la teoría holística del conjunto
El daño al hábitat y la pérdida de la biodiversidad, son solo dos claros ejemplos de la necesidad de un cambio de paradigmas, una visión holística en la humanidad. Frente a esta disyuntiva, entre otras teorías más difundidas y controvertidas destaca La hipótesis Gaia, propuesta por James Lovelock en 1969 la cual, abre la posibilidad de profundizar en los paradigmas filosóficos y científicos.
La teoría holística Gaia, nos enuncia que la totalidad determina las partes y estas, a la totalidad. Sintetizando, se trata de una hipótesis que sostiene que la Tierra en su conjunto -esto incluye a todos los seres vivos, los ríos, océanos, minerales y todo lo demás- funciona como un sistema único, un organismo superior que se autorregula y cambia para asegurar la supervivencia.
La estructura de la vida desde la ciencia
Así también, la química nos ha permitido una comprensión más clara y específica de la estructura de la vida y de los procesos en los que intervienen las materias orgánicas, inorgánicas y ambas, en su rol de vital importancia para la existencia.
El carbono, presente en todas las formas de vida, posee la propiedad de formar enlaces con otros elementos, siendo por esto uno de los elementos fundamentales de la vida en la Tierra.
En el año 1828 el químico alemán Friedrich Wohler, basándose en un experimento de sintetización de urea (compuesto de origen orgánico) logró extraer cianato de amonio (compuesto inorgánico) demostrando de esta manera, que los compuestos de carbono podían tener presencia e incluso, origen inorgánico. Así pues, quedó de manifiesto que aún en los procesos químicos más complejos la relación como un todo entre los diferentes sistemas está presente para la creación de la estructura de la vida. Pero va más allá, el agua (H₂O), primordial para la vida, las sales, como el cloruro de sodio (sal común) y otros muchos componentes, son compuestos inorgánicos presentes en todas las formas de vida. El nexo entre la materia inorgánica y las estructuras orgánicas (organismos) se da, pues, a nivel molecular. En tanto que a nivel energético, tanto la materia orgánica como la inorgánica, está compuesta por átomos y partículas.
La vida es, pues, una forma de organización particular de estos elementos valiosos, algunos de los cuales, también son partes de la materia inorgánica. Por tanto, la diferencia entre la química orgánica y la química inorgánica tiene que ver con la estructura de organización de los elementos químicos presentes en la Tierra (y muchos de ellos en el universo).
De esta manera, se puede señalar, que todos los sistemas de los que formamos parte -ya sea física, mental, social o espiritualmente-, no se deben estudiar como una parte, sino desde la filosofía holística, como los múltiples sistemas de un todo universal del que la vida es parte.
Como es adentro es afuera
El Kybalion, documento escrito en 1908 que se basa en la filosofía de Hermes Trismegisto, enuncia:
“Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”; a este principio se le conoce como la Ley de correspondencia – una de las siete leyes del Universo-, la misma resume que el universo es un sistema total conformado por sistemas menores, hasta llegar a la más microscópica forma de existencia.
Como ejemplo, de esta simbiosis entre los diferentes sistemas, tenemos el extraordinario entramado del cerebro y el sistema nervioso. Así, el cerebro envía mensajes a todo el cuerpo como respuesta ante un recuerdo, un evento, una tristeza o una idea y, el hipotálamo silencioso, libera al torrente sanguíneo y a cada una de nuestras células una cantidad de péptidos que llegarán hasta el último rincón de nuestro cuerpo, como mensajeros químicos de cada emoción.
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Este maravilloso proceso, sucede de manera inadvertida para nosotros, permanentemente, dentro de una programación perfecta que contiene el principio holístico de la complementariedad, así pues, todo se comunica con todo, dentro y fuera.
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