El apego emocional forma parte de las relaciones humanas. El apego de todo ser humano se establece, de hecho, con la madre en las primeras etapas de la infancia y aún desde el momento de la lactancia materna. Así, pues, antes de hablar de apego es necesario definirlo como una emoción que forma parte de la experiencia humana y que está inexorablemente arraigada al proceso de desarrollo de todo individuo.
Sin embargo, para que no genere sufrimiento, es importante entenderlo, trabajarlo y trascenderlo. El origen del sufrimiento es el deseo en el sentido del apego. Se acaba el sufrimiento en la ausencia del deseo. En el mundo hay mucho sufrimiento y el origen del sufrimiento es el apego. Para dejar de sufrir hemos de soltar apegos. Podríamos decir que hay diferentes tipos de deseos, hay unos que si no los conseguimos no pasa nada. Pero hay otros que si no los conseguimos nos sentimos infelices, estos son los apegos.
De los apegos se generan conflictos, codicia, soledad, vacío, miedos. Si no hay apego, no hay miedo. El mayor enemigo del amor, en cualquier tipo de relación interpersonal, son los apegos; el deseo en el sentido de apego. Si te deseo, debo poseerte, no puedo dejarte en libertad, tengo que manipularte para poder tenerte, para que siempre estés conmigo. Los apegos involucran tales ideas como: tengo que tenerte, sin tí no seré feliz, no puedo ser feliz sin tí. Este pensamiento es el origen de los conflictos y las peleas en las relaciones, te necesito para mi felicidad, haré todo lo que haga falta para manipularte.
Bajo este orden de ideas, los apegos existen puesto que cumple una función de aprendizaje en el todo que es la sociedad, y, más aún, en nuestras vidas. De este modo -ya para trascenderlo y acceder a planos más elevados de consciencia, ya para entender mejor esta experiencia de tal modo que no genere sufrimiento-, reflexionar sobre el apego reviste gran importancia para nuestro desarrollo personal, paz interior y felicidad.
El apego desde las diferentes corrientes filosóficas
Desde los estoicos en occidente hasta las filosofías y doctrinas orientales como el budismo y el taoísmo han reflexionado sobre el apego y la impermanencia. En efecto, las reflexiones sobre el apego pasan por definirlo dentro de lo que concebimos como permanente. Se siente apego por el estado actual de algo cuya permanencia intrínseca -habida cuenta de que todo es energía en constante movimiento-, no se percibe. A este respecto, el apego se vincula también a la sensación de poseer algo inmutable o que en cierto modo trasciende nuestra propia existencia.
Muchas de las grandes corrientes espirituales y filosóficas del mundo han hablado de trascender el apego. El apego es visto, pues, como una fuente inexorable de sufrimientos y de arraigo al plano material. Una exaltación de la sobredimensión material del ser que omite todas nuestras demás dimensiones (espiritual, energética, mental). Los apegos se vinculan entonces a la materialidad, al sentido de posesión y de permanencia. Trascender el apego involucra entonces un proceso de comprensión de la mutabilidad de la realidad, de su carácter dinámico y transitorio y, por consiguiente, de la imposibilidad de poseer algo mutable. La liberación del ser, de sus ataduras con el plano material, en muchas corrientes espirituales es superar el apego y el deseo, pues no solo nos apegamos a lo que poseemos sino a lo que deseamos.
Identificar los apegos en nosotros
El apego es una experiencia que puede prescindir del vínculo humano por completo. Como se ha dicho, puede ser una sensación egoísta de posesión y cosificación tanto de objetos materiales como de roles sociales y condiciones de poder y estatus. Así, por ejemplo, podemos sentir apego hacia pertenencias materiales e incluso hacia aspectos de las relaciones humanas como una determinada relación de poder, siendo que nuestra identidad se puede construir en torno a la fuente de nuestro apego. Por consiguiente, los apegos nos hace sentirnos absolutamente dependientes de factores externos a nuestro propio ser.
Así, pues, para identificar el apego hay que reflexionar sobre el apego. Podemos preguntarnos si nuestros sentimientos hacia algo o alguien son empáticos o pro-sociales. Si involucran vínculos humanos, si tienen en cuenta a los otros, al entorno y a la armonía universal. O si, por el contrario, se trata de apego al poder a algo material perecedero, si involucra alguna emoción negativa, egoísta y de posesividad hacia otros, la cual, a veces se torna en celos, en tanto que el apego a lo material fácilmente deviene en codicia y avaricia, siendo todas emociones de baja frecuencia vibratoria.
¿Cómo trabajar con los apegos?
Como se ha mencionado antes, reflexiona mucho sobre el apego. El apego es parte de la experiencia humana, y, quizás, la parte más difícil de trascender con todas las trampas del ego que nos hace creer que seremos felices a través de otras personas o cosas materiales. Por lo tanto, el primer paso, es darse cuenta de que se basa en una falsa creencia, sin esto o aquello no puedo ser feliz. Cuando te das cuenta de esto, eres libre. Ya no te importa que la gente te apruebe o desapruebe, eres feliz y eres feliz porque te has dado cuenta que tu felicidad no radica en cosas materiales u otras personas. Cuando estás desapegado empiezas a disfrutar de las cosas porque el apego acarrea ansiedad. Si te agarras de algo con ansiedad, no lo puedes disfrutar, por eso es importante apartarse de la posesividad, ya que genera ansiedad y depresión por la pérdida de algo o alguien.
Reflexiona sobre la impermanencia de las cosas hacia las que sentimos apego, pues todo está en constante cambio y movimiento. Reflexiona sobre el todo del que formamos parte y sobre la naturaleza de las posesiones y del sentido de posesión.
Trabajar en superar el apego, es trabajar por lograr mayor paz, empatía, armonía interior y para aprender a ser felices por nosotros mismos. A estos efectos, cualquier herramienta que sirva para conectar con nuestro ser interior, logrando estados que se alejen de la necesidad y nos acerquen a la sensación de plenitud, promoverá la superación del apego. Prácticas como la meditación y el yoga son excelentes herramientas a la disposición de todos, pero también la frugalidad en tiempos de abundancia y la práctica de la empatía hacia los demás seres con los que compartimos e interactuamos.
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