La ira y el rencor son dos emociones tóxicas para nuestro organismo y perjudiciales a nivel energético. Estas se yerguen como un círculo vicioso de pensamientos y emociones negativas que obnubilan cualquier atisbo de felicidad y bienestar cuando se apoderan de nuestros pensamientos y se convierten en hábito. Asimismo, no es infrecuente que la ira y el rencor se traduzcan en acciones violentas e irracionales que destilan negatividad, drenan nuestra energía vital y cargan el ambiente a nuestro alrededor. Dicho de otro modo, estas emocionas negativas tienen un efecto perjudicial también para el entorno, a tal grado, que muchas personas iracundas pueden representar una amenaza para otros. Por consiguiente, la ira y el rencor son emociones con las que se debe aprender a lidiar sin dejar de reconocer que son emociones humanas y que superarlas forma parte de nuestro proceso de evolución espiritual. Estas emociones son muy comunes y se presentan en mayor o menor intensidad, por tanto, resulta necesario idear técnicas para minimizarlas, y, con suficiente práctica, eliminarlas por completo. En el siguiente artículo, te explicó cómo aprender a trabajar la ira y el rencor para tener una vida más sana y plena desde la comprensión de esta emoción.
La ira y el rencor, vibraciones de baja frecuencia
La ira y el rencor están estrechamente relacionadas, pero no son iguales. Mientras la ira atañe a una emoción que suele irrumpir de manera súbita e intempestiva en situaciones de conflicto o ante algún recuerdo que la detona, el rencor suele ser una emoción cuya gestación es mucho más lenta; en él interviene siempre el recuerdo repetitivo y la memoria de experiencias a veces traumáticas, así como la cavilación sobre un evento que nos ha causado daño. El rencor también puede orbitar sobre una situación que hemos considerado injusta, en la que nos hemos sentido vulnerados. El criterio de afrenta y de rencilla dependerá mucho de la persona y su estructura de valores, pero lo principal es que el rencor se nutre del recuerdo, necesita de la reconstrucción del pasado que hace la memoria. Así, pues, la ira puede devenir en rencor cuando se logra mantener la rencilla durante suficiente tiempo al ser alimentada con pensamientos sobre la situación conflictiva. Dicho de otro modo, la ira alimenta al rencor, siendo este último una emoción de larga duración.
Ambas emociones involucran efectos biológicos y psicológicos determinados que pueden variar en intensidad y duración, pero que son perjudiciales para la salud e incluso pueden ser dañinos para otros; son emociones que naturalmente tienden a exteriorizarse en formas de violencia.
Los efectos de la ira y el rencor sobre nuestra salud son notorios. Estas emociones son como aguas estancadas, siendo que el recuerdo o pensamiento que desencadena la ira puede pasar fácilmente de convertirse en un desahogo a un pensamiento parasitario obsesivo. Es por esta razón que muchas personas se obsesionan con la idea de la venganza ante el rencor. Como se ha dicho, la ira, aún si no se exterioriza o se cristaliza en violencia hacia los otros, suele ser autodestructiva; la presión arterial sube, puede haber taquicardias, y, las actitudes iracundas pueden predisponer a infartos y accidentes cardiovasculares. No hay corriente espiritual (y filosofía de vida) que no coincida en que la ira debe ser controlada para vivir mejor.
Riesgos de la Ira
Además de los problemas cardiovasculares asociados a la ira, los riesgos de enfermedades como la gastritis y reacciones cutáneas también podrían presentarse, el rencor hace lo propio pero es como si la ira se cocinara a fuego lento. Dicho lo dicho, parece claro que la ira y el rencor es como no poder deshacerse de algo radioactivo que se guarda en el ático y que poco a poco nos va intoxicando. La situación se hace mucho más compleja cuando estamos seguros que tenemos razones lógicas y valederas para estar enojados. No obstante, aún si es así, el rencor y la ira solo empeorarán las cosas. A nivel energético, se vibra a una frecuencia baja con la ira y el rencor y genera mucho estancamiento energético y, además, una disminución importante de nuestra energía vital. No hay paz allí donde la ira se ha convertido en una emoción recurrente.
¿Cómo controlar la ira?
Una de las dificultades principales para controlar la ira, es que al caer en la iracundia podemos sentirnos muy a gusto con la ira cuando puede expresarse y exteriorizar; esto es, el desahogo de la ira y hasta la misma venganza que trata de buscar el pensamiento rencoroso recurrente. La ira incluso busca chivos expiatorios para desahogarse. Asimismo, la ira muchas veces viene de la mano de pensamientos de venganza, rencillas y de conductas dominantes o impositivas con las que a veces se construye una identidad poco armoniosa con el entorno. Bajo este orden de ideas, resulta claro que controlar la ira va muy de la mano del control de las formas de violencia social.
Para controlar la ira y el rencor hay que hacer mucho trabajo interno de introspección, es difícil cambiar algo con lo que podemos sentirnos a gusto, o sentimos ya parte de nuestra personalidad. Pero si has llegado hasta aquí, es porque ya has advertido que la ira y el rencor -tal como se ha planteado antes-, no solo imposibilitan disfrutar de la vida y vivir en armonía, sino que perjudica nuestra salud notablemente, es, además, un peso energético y emocional que se va cargando y que vale la pena dejar atrás.
Estos son algunos de los mecanismos útiles para controlar la ira y el rencor:
- Primero, reconocer que es una emoción negativa que existe en ti y que afecta tu salud integral y no es una parte constitutiva de tu personalidad imposible de cambiar.
- Buscar información diferente, de sabiduría y espiritualidad para comprender estas emociones desde otra perspectiva para así ir sanándolas y cambiándolas.
- Trabajar en la tolerancia a la frustración, la ira estalla muchas veces producto de la intolerancia a la frustración, porque el mundo no se comporta de la manera que esperábamos. No obstante, nuestras visiones del mundo siempre son modelos idealizadas y es algo que hay que entender para no caer en la frustración, entender la contingencia del devenir. No podemos controlar a plenitud las circunstancias externas, pero si podemos decidir cómo reaccionar ante ellas para vivir de manera armoniosa.
- La aceptación y la tolerancia son claves. Aceptar situaciones no significa estar de acuerdo, pero te permite digerirlas y poder perdonar. El perdón, es una práctica muy difícil en algunos casos de injurias graves, pero quienes logran perdonar auténticamente, están más cerca de la paz y la armonía que atañe a la felicidad plena. Todo esto dependerá, pues, de nuestro grado de evolución espiritual. Aquí, una vez más, la clave son prácticas espirituales como la meditación, el amor al prójimo, el respeto y aceptación por sus procesos evolutivos y la compasión, prácticas que disminuyen el ego y nos terminan apartando sabiduría.
- No alimentar la ira. Dar rienda suelta a la ira, puede ser incluso peligroso. Aunque hay un mito sobre que la ira debe ser expresada (incluso de manera violenta), existen estudios que indican que en realidad no mejora la situación de enojo, solo la exacerba y la alimenta. Es conveniente, para las personas iracundas, respirar profundo o alejarse de la situación conflictiva. Es muy raro que puedas tomar una decisión sensata o acertada llen@ de ira, y esto no implica pasividad ante las injusticias, puedes ser asertivo sin perder el control ante la ira.
- Para combatir el rencor, es necesario el perdón y la comprensión del pasado desde el entendimiento de los aprendizajes que nos ha aportado. No es fácil en muchos casos, pero recuerda que el presente es el único lugar en dónde realmente se puede vivir. El rencor, en cambio, habita en el recuerdo, en el pasado. El holismo y muchas prácticas espirituales tienen como impronta permanecer algún tiempo (el mayor posible) concentrado en la vivencia del presente, haz esto y con el tiempo verás los resultados. Puedes elegir técnicas como la meditación, el yoga o incluso las caminatas conscientes.
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Si necesitas ayuda, no dudes en buscarla, todos necesitamos ayuda en algún momento y los primeros pasos suelen ser los más difíciles. Quizás, el primer paso sea reconocer ese problema con la ira o el rencor, y, si has llegado hasta acá en tu búsqueda de soluciones, vas por buen camino.
Aquí te dejo el enlace a algunas terapias alternativas que te podrían ser de utilidad:
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