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En todos los seres humanos coexiste la energía masculina y la femenina. Esto también es así en cada sociedad y en la naturaleza. No obstante, los desequilibrios entre la energía femenina y masculina a nivel social, pueden ocasionar desequilibrios y  desarmonía, como de hecho está sucediendo en este momento de la historia. Por ello, trabajar individualmente en nuestro equilibrio energético tendrá consecuencias directas en la sociedad global. El principio del yin y el yang, del taoísmo, ilustra muy bien esta dualidad dinámica. En los siguientes párrafos, nos adentraremos en este principio espiritual y sus efectos sobre la humanidad. 

Género, construcción social y las energías

El sexo y el género se diferencian en tanto que el primero, es una característica biológica, y el último, uno construcción social que normalmente gira en torno a la diferencia entre los órganos sexuales del hombre y la mujer. Ahora bien, lo femenino, desde un punto de vista espiritual, no tiene nada que ver con el sexo como órgano, o al menos, no se basa exclusivamente en esto, pues es más bien una expresión energética que se articula en la naturaleza y encuentra diversas expresiones en cada individuo y en la sociedad. Dicho de otro modo, lo femenino habita en cada hombre y lo masculino en cada mujer.

Como se ha dicho, quizás sea el taoísmo, la creencia y filosofía que ha reconocido con mayor intuición la dualidad entre las energías de lo femenino y lo masculino. Nada expresa únicamente energías femeninas o masculinas, ambas interactúan como unidad dialéctica y en armonía cuando están balanceadas. En efecto, gran parte de la metafísica propia de las creencias mágico-religiosas chinas, se tratan de equilibrar estas energías. El yin y el yang, que atañen a las polaridades masculinas y femeninas respectivamente, están presentes en los cinco elementos que intuye la metafísica china: agua, fuego, madera, tierra y metal.

En resumen, las características que tradicionalmente adjudicamos a la mujer y al hombre, como géneros, no son exclusivas de la mujer o del hombre, sino que están presentes en mayor o menor grado en cada uno, y en diferentes medidas incluso en cada persona. Así, pues, el yin es el principio femenino, la Tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción; el yang, por otro lado,  representa lo masculino, el cielo, la luz, la actividad y la irrupción.

Energía femenina y culto a la Tierra

Los cultos y creencias asociadas a la feminidad son de los más antiguos del mundo. Hay evidencia arqueológica que los ubica entre las primeras formas religiosas y de organización social en torno a las creencias en las sociedades paleolíticas y neolíticas. Sociedades matricentradas  que fueron tan exitosas que en Europa, llegaron hasta la irrupción de la Edad de bronce con la expansión violenta de la cultura Yamna de las estepas de Europa Oriental (actualmente Ucrania). Estas culturas matricentradas de antaño, y las que aún sobreviven, han tenido un gran respeto por la naturaleza y generan tan pocos desequilibrios ambientales y entropía, que han podido subsistir satisfaciendo todas sus necesidades culturales sin agotar los recursos de sus medio cercano durante miles de años. Son culturas que asocian el respeto y culto a la Tierra, con la fertilidad y la feminidad como expresión femenina.

El cuidado, el amor y la protección familiar, se hace extensivo a todos los miembros de la comunidad, como puede advertirse en algunas etnias de baja densidad demográfica que han sobrevivido más o menos aisladas del mundo globalizado en lugares remotos. En estas etnias, en donde predomina lo femenino, también los niveles de agresión y neurosis de las personas son más bajos y las estrategias para lidiar con el conflicto mucho más eficaces. Se privilegia la armonía a la conquista, la solidaridad a la fuerza bruta y ventajista, el consenso y el diálogo participativo a la dominación.

Energía femenina y ecologismo

Como se ha visto en los párrafos anteriores,  existe un hilo conductor entre la armonía social y medio ambiental y el respeto a los principios femeninos. La madre naturaleza es, en sí misma, un principio femenino de contención de todos los seres que nutre. No es raro, pues, que la mayoría de líderes y guías espirituales actuales tengan como impronta y agenda el tema ecológico. Es un eje que pareciera encontrarse en el despertar de la consciencia humana, con los acuciantes problemas que vivimos actualmente y que se agravan como un caballo desbocado.

A este respecto, el principio de acogida femenino se contrapone a la conquista masculina como expresiones polares de una misma dualidad. Y algunos guías espirituales aseveran que gran parte de los problemas que atravesamos se deben, en efecto, a un desequilibrio energético que privilegia la expresión de la energía masculina sobre la femenina. Quizás sea Sadhguru, uno de los guías espirituales que más ha abordado el tema en la actualidad:

“La conquista no es el camino, acoger es el camino. Estar tratando de conquistar el planeta, eso es lo que ha llevado todo al desastre. Si lo femenino fuera el factor dominante o al menos estuvieran equilibrados lo femenino y lo masculino, no creo que hubiese desastres ecológicos, porque el culto a lo femenino y el culto a la tierra vienen juntos siempre. Esas culturas que veneraban a la tierra como la madre y estaban en una actitud de adoración hacia ella, nunca causaron demasiado daño al ambiente que les rodeaba. Solo aquellos que vieron la conquista como forma de vida, ahí es donde sucedió esto. Después de hacer todo este daño al planeta, aún la mitad de las personas no pueden ni siquiera comer adecuadamente, hay suficiente comida en el planeta, pero la mitad de las personas no pueden comer adecuadamente. Si lo femenino fuera lo dominante, seguro que la población comería, si lo femenino fuera lo dominante, la compasión, el amor y la estética serían dominantes, no la conquista. Si lo femenino encontrase una mejor expresión en nuestro planeta, la bolsa de valores quizás no crecería tanto, pero en general, la gente sería más feliz, la vida sería un poco más hermosa, que es esencialmente lo que queremos después de todo, la búsqueda del bienestar humano. Pero eso se ha olvidado completamente, porque ese no es el camino de lo masculino”

En conclusión

Equilibrar e incorporar el principio sagrado de lo femenino que han sabido intuir muchas culturas alrededor del mundo y guías espirituales, es vital para nuestro desarrollo humano y, más aún, para nuestra supervivencia como especie. No se trata de suprimir las expresiones femeninas, o de que las mujeres deban necesariamente imitar la masculinidad suprimiendo su feminidad. Antes bien, se trata de valorar las expresiones de la energía femenina -el amor, la compasión, la intuición, el cuidado, la acogida el albergue y la solidaridad-, como expresiones máximas del bienestar humano y la única vía para el despertar de la consciencia. Las guerras, la conquista y la violencia extrema con armas capaces de exterminar a toda la humanidad, son todas expresiones de la energía masculina que en su paroxismo, no ha cesado en su afán de dominio y explotación sobre la naturaleza y sobre otras sociedades, una energía que debe necesariamente equilibrarse por el bien de todos.

Lo femenino, la contención y el cuidado deben, pues, revalorizarse en la sociedad, ser un nuevo paradigma de éxito social, si se quiere, un nuevo horizonte para la humanidad y probablemente una nueva oportunidad para hacerlo mejor como civilización global. Una buena señal de estos tiempos que vivimos, es que las mujeres están empoderándose cada vez más en la sociedad y reivindicando derechos humanos y oportunidades, pero esto es un proceso en el que la energía femenina busca su cauce. La vida de todo ser humano comienza dentro de una mujer, como principio de unidad, contención y nutrición. El principio materno que se amplía a la madre naturaleza que nos contiene como parte de un todo universal debería, pues, redimensionarse simbólicamente en nuestra cultura, con una nueva ética y nuevos valores más espirituales y armoniosos que nos permitan evolucionar espiritualmente, y también incrementar nuestros niveles de bienestar y felicidad como humanidad para vibrar a una frecuencia. Todo lo anterior, teniendo presente que la idea no es que lo femenino prime sobre lo masculino, ni pasar de sociedades patriarcales a matriarcales o viceversa, si no lograr un sano equilibrio entre ambas energías, en cada uno de nosotros, para así avanzar hacia una era dorada y armónica de la humanidad.

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