Lo que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de cuestionamiento. Werner Heisemberg
El debate sobre la conciencia siempre ha estado sobre el tapete en la mecánica cuántica. Es la conciencia del observador la que determina el estado de las partículas a un nivel cuántico, y este fenómeno, introduce el principio de incertidumbre.
Sin duda alguna, aún se conoce poco sobre la dimensión cuántica de la existencia, lugar del conocimiento en donde la ciencia y la metafísica parecen darse la mano aportando visiones que no menos de las veces parecen solaparse. Es por ello que desde el siglo pasado, estamos viendo muchos avances en la física cuántica.
Todo vibra a una determinada frecuencia y todo es energía, en tanto está compuesto por átomos y partículas en constante movimiento. Y, si esto es así ¿Qué frecuencias vibratorias emanan de los fenómenos psíquicos? ¿Cuál es la frecuencia vibratoria de la curación energética? ¿estamos indefectiblemente conectados a un inconsciente colectivo del cual podemos obtener información e intercambiar energías?
La realidad cuántica
La teoría cuántica es el resultado de algunas de las mentes más brillantes de la física moderna. La teoría cuántica indaga sobre el mundo subátómico, en el cual, la materia y la energía se hacen uno, un universo en el que las leyes de la mecánica newtoniana parecen no regir. Asimismo, la teoría cuántica da cuenta de la relación entre las partículas y los campos electromagnéticos y, por consiguiente, nos habla de los biocampos, es decir, los campos magnéticos de los seres vivientes. Los seres humanos, dada nuestra dimensión energética, poseemos biocampos que interactúan con el entorno y que emiten determinadas frecuencias vibratorias. A estos biocampos también se les conoce como campos áuricos.
Entrelazamiento cuántico
El entrelazamiento cuántico es un concepto que se remonta a principios del siglo XX, cuando Max Plank -una de las mentes más avanzadas de la física-, lo expone por primera vez. Y de este modo, nació la teoría de los cuantos o cantidades ínfimas de energía capaces de propagarse.
Más tarde, Albert Einstein presentaría su teoría del fotón, partícula portadora de la luz cuyo comportamiento es tanto de onda como de partícula. Finalmente, otros físicos como Podolsky y Rosen, se incorporarían al debate sobre el universo subátomico, esbozando la teoría del entrelazamiento cuántico.
El entrelazamiento cuántico nos habla de la conexión cuántica que puede existir entre dos objetos separados aún por millones de kilómetros, es decir, a pesar de la distancia son capaces de comunicarse; transmitiendo información y, por consiguiente, intercambiando energía. Es una teoría que va de la mano con el principio de incertidumbre de las partículas de Werner Heisenberg. Según el principio de la incertidumbre de las partículas cuánticas, el movimiento (posición) y la velocidad de las partículas no puede determinarse al mismo tiempo y, terminan dependiendo del observador que precipita la realidad observada.
Esta teoría es muy interesante desde un punto de vista holístico, puesto que parece mostrar nuestra conexión con el todo, en una suerte de entramado cuántico universal en el que todo vibra y se conecta en el universo. Bajo este orden de ideas, la teoría de las supercuerdas defendida por Stephen Hawkings hace lo propio al abrir la ventana a nuevas interrogantes que de una forma u otra incorporan la visión sistémica y holística sobre la realidad.
La teoría de las supercuerdas, es un modelo de la física que busca explicar al universo como el resultado de la vibración de partículas infinitesimales llamadas cuerdas, las cuales, vibran a determinadas frecuencias. Así, pues, todo en el universo, aún los átomos, estaría compuesto por cuerdas vibrantes, siendo la frecuencia de su vibración la que configura la materia. Esta teoría busca a su vez integrar las leyes de la física (gravitación, electromagnetismo y fuerzas nucleares), con las observaciones del universo cuántico, menos predecible y determinista. Bajo este orden de ideas, todo vibra a una determinada frecuencia en el universo.
La realidad ¿una creación colectiva?
Nuestros pensamientos influyen en la realidad en la que vivimos, por lo tanto, creamos nuestra realidad y, más aún, la forma en cómo vivimos y procesamos las experiencias resulta variar muchísimo de una persona a otra. A un nivel cuántico, en efecto, muchos aseveran que lo que conocemos como realidad no existe. Cada observador tendría, pues, una visión distinta e igual de objetiva de lo que sucede, hecho que también se incorpora en la teoría Gestalt. Muchos filósofos, además, han aseverado que de la realidad solo se tienen enfoques y percepciones más no certezas, siendo quizás el más famoso de ellos Sócrates, quien reconocía abiertamente su ignorancia y la complejidad de asir la realidad.
Pero si a un nivel cuántico la realidad depende de la percepción, a un nivel social, se parece más a una historia; una narrativa colectiva en la que creemos aún sin advertirlo, un conjunto de creencias normalizadas. Así, pues, la corriente constructivista habla de una realidad inventada por la suma de las conciencias individuales, una realidad de muchas conciencias que se afectan mutuamente e interactúan constantemente. Esto es, una suerte de tejido simbólico y energético en el que estamos inmersos, aún sin percatarnos. Así, pues, conocer que formamos parte de este todo, de esta conciencia colectiva humana que evoluciona y vibra a una determinada frecuencia y que tiene una historia que nos trasciende (no obstante que formamos parte de ella), es parte del proceso de evolución de nuestra propia conciencia.
Campos mórficos e inconsciente colectivo
Un campo mórfico es un espacio energético de memoria en el que todas las especies se mueven. Los campos mórficos son, pues, información. Por consiguiente, al ser información, son también energía. Esta información está inscrita en los miembros de cada especie y, de hecho, es posible acceder a ella a través de destellos de intuición.
Los campos mórficos nos permiten conectar con nuestra historia como especie, como sociedad y como individuos. Es un concepto análogo a la del inconsciente colectivo elaborado por Carl Gustav Jung. El inconsciente colectivo sería, según Jung, un campo de conocimiento más allá de la conciencia y común a la experiencia de todo ser humano sin importar su cultura u origen étnico.
Poder conectar con la energía universal y el campo mórfico de nuestra especie forma parte de la evolución de nuestra conciencia. La intuición y la empatía hacia los seres vivientes son indicadores de la conexión con esta información sobre nuestra historia como especie, la cual, podemos asir a modo de antenas que sintonizan con su frecuencia vibratoria.
Sin embargo, en esa historia también hay otras frecuencias de más bajas vibración como las del miedo y la incertidumbre, las cuales, en este momento en que estamos viviendo de la humanidad, están proliferando, por lo tanto, estamos muy susceptibles de conectarnos muy fácilmente con ellas. Es importante entonces hacer un esfuerzo adicional sobre nosotros mismos para evitar que nuestros pensamientos y emociones orbiten exclusivamente sobre estos estados emocionales de baja frecuencia. Las prácticas espirituales y las terapias holísticas nos facilitan este camino. Contribuyen a elevar las vibraciones energéticas en nosotros, influyendo así en la sociedad y en los entornos en los que nos movemos. Su efecto es, pues, expansivo y producto de un trabajo individual.
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