Es bien sabido que somos seres sociales. Nuestra existencia transcurre en constante interacción e intercambio con otros; siendo un intercambio energético, espiritual, emocional y mental. Las relaciones sociales armoniosas contribuyen a nuestra salud y bienestar. Pero ¿Qué dice la ciencia sobre la relación entre la salud, el bienestar y los comportamientos pro sociales?
Salud y empatía
Recientes investigaciones señalan que una de las bases de un cerebro sano, es la bondad y la empatía. Empatía, es ponerse en la piel o los zapatos de otros, comprendiendo y aceptando sus perspectivas sobre la vida y entendiendo de algún modo sus emociones. Esto nos permite sentir afinidad hacia las necesidades de los otros y advertir sus aflicciones. A este respecto, la neurociencia ha logrado reconocer que determinadas neuronas se especializan en la empatía, las llamadas neuronas espejo. Estas neuronas están involucradas en el desarrollo de las funciones cognitivas, en la socialización y en la empatía.
Dicho lo dicho, no es raro que la empatía, al desempeñar un rol tan importante en las sociedades humanas mejorando la cohesión y los vínculos sociales, también promueva la salud y el bienestar individual.
Más sano es ser más amable y empático
Richard Davison, un famoso neurocientífico que ha ahondado en las bases neuronales de la emoción, ha dedicado buena parte de sus investigaciones a indagar sobre el papel que juega la amabilidad en el ser humano. ¿Es algo meramente cultural o bien tiene una fundamentación biológica? Lo que Davison descubrió desde su disciplina, fue que la amabilidad, la ternura y la bondad, de hecho, protegen nuestra salud a la vez que nos ayudan a crear vínculos fuertes y armónicos. De este modo, las conductas pro sociales irradian buenas energías y vibraciones elevadas que afectan de manera positiva a nuestra dimensión material.
El científico añade que estas actitudes pro sociales, de hecho, pueden cambiar la expresión de los genes, habida cuenta de los avances sobre la epigenética.
La meditación y prácticas contemplativas para mejorar la empatía
¿Se puede promover la empatía? ¿Podemos fomentar la amabilidad? Desde luego que sí, las actitudes de amabilidad, afecto y solidaridad hacia los demás suelen estar, de hecho, insertadas en mayor o menor grado en el entramado cultural de cada sociedad. No obstante, en algunas culturas -tal como sucede a veces en las sociedades modernas-, los espacios para la expresión de la empatía y la amabilidad suelen verse muy reducidos, e incluso desestimados en espacios poco cooperativos. Bajo este orden de ideas, el aislamiento que se genera en las sociedades modernas genera cierta desconexión social que puede ofuscar la capacidad para ser empáticos y amables.
Por fortuna, existen ciertas prácticas que fomentan la amabilidad y la empatía de manera natural, y que pueden funcionar como una medicina espiritual para palear e incluso revertir estos efectos. A este respecto, la meditación es una herramienta extraordinaria para mejorar la empatía. Así pues, entre los muchos beneficios que la ciencia moderna ha descubierto sobre esta práctica, se suma la mejora de la amabilidad y la empatía. A este respecto, se ha observado mediante escáneres cerebrales que el área del cerebro vinculada a la empatía y las emociones de alta vibración incrementa el número de neuronas tras años de meditación.
Una mente en calma, puede producir bienestar en cualquier situación, estado al que logran llegar los meditadores profesionales. Asimismo, al reducir el estrés y la ansiedad también vinculados a la agresividad y la falta de control emocional, la meditación nos predispone a una mejor actitud hacia los demás y, por consiguiente, promueve la armonía grupal.
En conclusión
Vale la pena darse una oportunidad para estar en el momento presente y permitirse la amabilidad y empatía hacia los demás, no solo mejorará tu entorno, también beneficiará enormemente tu salud y la calidad de tus pensamientos y emociones, lo cual, generará automáticamente una mayor cantidad de energía disponible para ti. Solo basta con tomarse unos minutos para meditar cada día -o realizar la práctica contemplativa que te resulte mejor-, para notar los cambios aún en el corto plazo.
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