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En nuestra cultura occidental, la soledad no siempre es bien vista. Pareciera que la soledad siempre se debe recusar y espantar como si se tratase de un síntoma de alguna patología psicológica, o bien, como si fuese una gripe. No obstante, si bien los vínculos humanos cercanos son muy  importantes (de hecho, imprescindibles para nuestro bienestar), lo cierto es que la soledad –ese espacio en el que habitamos con nosotros mismos y en el que solemos estar dialogando tan sólo con nuestros pensamientos- es un complemento muy importante para nuestro bienestar, para nuestra paz, felicidad y para nuestro autoconocimiento.

Aprender a estar solo es necesario y, más aún, podemos aprender mucho de la soledad. En efecto, muchos maestros espirituales, científicos, filósofos y artistas, han sabido sacarle el máximo provecho a la soledad para crecer espiritualmente, para sanar y para crear. Cabe pues preguntarse ¿Es la soledad una cualidad inherente a los espíritus más inquietos y con un mayor grado de consciencia?

Sin duda, poder estar en paz tanto en soledad como compartiendo con otros y aprender de ambas experiencias, requiere de armonía interior y equilibrio.

Saber vivir la soledad

vivir en soledadLa soledad no tiene por qué implicar aislamiento. Antes bien, todos los seres humanos necesitamos de espacios de soledad en mayor o menor grado. La soledad -como elección personal en determinados momentos, o incluso, períodos de la vida-, es una experiencia productiva si se sabe enfocar. Así, pues, si bien es cierto que somos seres gregarios y que nuestra forma de subsistir atañe a un intercambio constante de energías con los demás (palabras, pensamientos, alimentos, etc), el sentir la necesidad de querer estar solo para recargar energías, es natural y varía de una persona a otra. A estos efectos, los introvertidos tienden a preferir más la soledad por cuanto se sienten drenados muy fácilmente por la interacción social. Asimismo, suelen sentirse abrumados por las multitudes con facilidad. En cambio, las personas más extrovertidas muchas veces logran prescindir de este periodo de recarga. Sin embargo, ese tiempo que pasamos con nosotros mismos es necesario para todos, ya sea que advirtamos o no la necesidad.

La soledad, cuando aprendemos de ella y la aceptamos como parte de la experiencia humana, comporta tranquilidad, introspección, conexión con el entorno o con uno mismo y, sobre todo, reflexión.

¿Por qué aprender a estar en soledad?

 

Ralentizar el piloto automático

Pensar de manera reflexiva tomándonos nuestro tiempo normalmente requiere de soledad. Bajo este orden de ideas, en soledad, mejoramos nuestra capacidad de discernimiento, toda vez que nos encontremos en paz y tranquilidad. Por consiguiente, podremos tomar mejores decisiones. Si tienes una decisión importante que tomar, o reflexionar ante una situación determinada, antes de precipitarse a decidir, es bueno consultarlo con la almohada en soledad, o, mejor aún, en medio de una meditación.

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meditar en soledadEvitar depender de los demás

Realmente vivimos dependiendo de los demás, por lo tanto, decir que se va a evitar depender de los demás es relativo y debe tomarse con cuidado. Dicho de otro modo, somos interdependientes. A este respecto, no depender de los demás -en el sentido que aquí se trata-, comporta precisamente la capacidad de poder estar en paz en soledad, sin angustiarnos o sentirnos deprimidos por no estar acompañados, lo cual nos ayudará, además, a practicar el estado de desapego. No implica en cambio buscar la soledad como un ermitaño.

Asimismo, depender de otros muchas veces implica que nuestra felicidad y paz también depende de alguien más y no de nosotros mismos, es decir, nuestra felicidad no emana de nuestro interior. Esto nos puede llevar a vivir muy hacia afuera para encontrar constantemente la aprobación de los demás, a tal punto, que podríamos desconectarnos de nuestra propia esencia e interioridad, aún de nuestras propias emociones, llegando incluso a ir en contra de cosas que no aceptamos en el fondo por ser aceptados o valorados.

Bajo esta orden de ideas, la soledad nos permite distanciarnos de situaciones sociales en donde se normalizan prácticas que no resuenan a nuestra misma frecuencia, y que incluso pueden ser de baja frecuencia. La filósofa Hannah Arendt llamó a esta condición la banalidad del mal, pues implica cierto nivel de automatismo e inmersión en entornos poco armónicos y que atentan contra, por ejemplo, las minorías étnicas. La soledad, nos permite, pues, tomar perspectiva para empatizar y hacernos un criterio social propio.

¿Cómo aprender a estar consigo mismo?

monje soledadUna de las formas de reconectar con nosotros mismos y disfrutar de la soledad es, sin duda, meditar y acercarse a prácticas espirituales como el Tai Chi y el Yoga. Aprender de la soledad es, en cierto modo, aprender de nosotros mismos, nos invita a la introspección. Disfrutar de la soledad es propio de las consciencias elevadas y conectadas con la necesidad de crecimiento espiritual. Así, desde la fortaleza de estar a gusto consigo mismo, nuestra aproximación a los demás será mucho más de calidad y auténtica, pues nos acercaremos menos por necesidad y más para dar, crear vínculos de armonía y empatizar.

Aprovecha el tiempo que te está dando la vida en esta etapa de la humanidad en que estamos, la cual, involucra estar más tiempo en casa para encontrar esos espacios de soledad. Es un tiempo para soltar la creencia social de que estar solo es malo o triste. Antes bien, siente estos espacios de soledad que han traído estos tiempos como una oportunidad para conectar con tu ser interior, con tu alma y para llenarte de energía de alta frecuencia para desde ahí, interactuar con los demás. Si queremos cambiar y evolucionar, es en la soledad y el silencio donde creamos esos espacios de transformación y crecimiento espiritual.

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