La ecología, como movimiento, no solo obedece a una demanda social en pro de la supervivencia de la humanidad, también involucra el desarrollo de la empatía hacia los demás seres que comparten el planeta con nosotros. La ecología, en última instancia, nos habla sobre el equilibrio del ecosistema que nos abarca, nuestro propio equilibrio dado que somos parte del todo. En este artículo se abordará la ecología desde un enfoque holístico del tema.
El todo y sus partes
Somos parte de la naturaleza y de todo el universo. El ser humano, en pleno proceso de desarrollo civilizatorio, comenzó a consumir recursos en exceso no desde hace mucho en comparación a su historia como especie. Fue en el siglo XVIII, como parte de la revolución industrial iniciada en Gran Bretaña, cuando la tecnología permitió ampliar la brecha del consumo en algunos lugares. A partir de entonces, se podría decir que se inicia un desfase entre la capacidad productiva (con despliegue exponencial de tecnología y armas) y la capacidad de la naturaleza para absorber los movimientos humanos sobre la tierra. Pero este período representa menos del 99% de la historia humana, y aun así, algunas culturas han logrado mantener una forma de vida basada en el respeto por la naturaleza y su equilibrio. Así, por ejemplo, la etnia mapuche en Chile o los Yanomamis en Venezuela, aún viven en armonía con la naturaleza.
La explotación desmedida de la naturaleza, deviene de la idea de que estamos sustancialmente separados de ella. Por consiguiente, es un enfoque alejado del holismo. La idea de que todo está en permanente cambio y que pertenecemos al todo, de hecho, no forma parte de la gran mayoría de las personas en la cosmovisión occidental.
El sentido ecológico en algunas culturas
Hay sociedades con un menor desarrollo tecnológico y a menudo aislado que han sobrevivido siglos en lugares recónditos. Estas sociedades podrían enseñarnos mucho sobre ecología. Dentro de su cultura, le dan sentido al equilibrio y a los ciclos naturales. Se sienten parte de la naturaleza y no ajenos a ella. La naturaleza no es un objeto inerte a ser explotado por el hombre, sino un hogar que nos nutre y protege, un lugar al que pertenecemos estructural y holísticamente. En el animismo y el panteísmo se entiende que la naturaleza puede existir sin el hombre. Desde la visión holística, somos parte de un todo universal y nuestra relación con la naturaleza es sistemática. Así, el respeto por los seres sintientes se extiende al nivel planetario.
Desde una visión etnocéntrica, vemos a estas culturas como inferiores por su humildad material y tecnológica, no obstante, hay algo en que nos aventajan por mucho en su convivencia ecosistémica, la convivencia equilibrada con su entorno.
El calentamiento global, un llamado de alerta
El calentamiento global y los problemas actuales de la humanidad hacen imperativo el desarrollo espiritual. Los problemas climáticos y ambientales se ven en el ajetreo de la vida cotidiana como un destino imparable frente al vacío espiritual que acompaña a la forma de vida moderna. Sin embargo, el surgimiento de una nueva conciencia humana está comenzando a encontrar interlocutores y voceros en todo el mundo. La humanidad debe evolucionar espiritualmente para encontrar una salida a estos problemas, y es en este sentido que las prácticas espirituales y la adopción de hábitos distintos de pensamiento cobran relevancia. El calentamiento global es un llamado de alerta que empieza a manifestar los distintos grados de conciencia de la humanidad.
La conciencia ecológica no solo es una manifestación del grado de desarrollo espiritual, la ecología es una forma de espiritualidad en sí misma. La naturaleza ofrece respuestas, está llena de leyes que expresan el orden universal y la inteligencia divina que habita en nosotros también.
Si quieres comenzar o avanzar en tu camino de progreso espiritual trabaja la conciencia ecológica, la empatía hacia nuestro planeta, nuestros recursos y hacia todos los seres sintientes que en ella habitan como los animales.
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