La tierra es un sistema holístico que alberga vida y tiene latidos. La vida en la tierra es un milagro que depende de su relación ecosistémica con el planeta, así como también, de un sistema mucho más abarcador, el sistema solar y el universo que le contiene. Así, pues, existe un delicado equilibrio sistémico entre el planeta tierra y los seres que la habitan. ¿Pero es acaso la tierra tan solo una roca inherente que orbita alrededor del sol mientras rota? ¿Acaso la vida que alberga le es tan ajena a su propia estructura?
La teoría de Gaia
La teoría de Gaia, postula que la tierra es un sistema vivo. Su vida se desdibuja entre la vida de los seres que la habitan. La tierra sería, pues, según esta teoría, un superorganismo viviente con procesos análogos a los seres vivientes que conocemos. Sus latidos serían, pues, emisiones energéticas cíclicas.
Gaia, Gea, Pachamama, o Madre Tierra, son nombres que evocan a la naturaleza en diversas culturas, y que se asocian con una deidad en distintas formas de panteísmo. De aquí el nombre de Gaia para el superorganismo del planeta, conformado por sus seres vivos, su geología y los mares. Como todo ser vivo, Gaia emitiría una vibración energética y dependería de un equilibrio homeostático. De este modo, Gaia presentaría ciclos y ritmos como todo organismo.
Pulsaciones terrestres y latidos de la tierra
El pulso es comúnmente definido como la frecuencia cardíaca, nos quedaremos con la palabra frecuencia pues en el universo, todo vibra a una determinada frecuencia. Por ejemplo, los sonidos y los colores vibran a una determinada frecuencia que puede ser percibida por nuestros sentidos hasta determinado espectro o rango (más allá del cual necesitamos instrumentos de observación).
Tal y como sucede con nuestros corazones, la tierra tiene pulsaciones. El pulso podría definirse como una frecuencia vibratoria rítmica proveniente de los campos electromagnéticos que atraviesan la tierra como los chakras al cuerpo.
Los latidos de la tierra se expresan a través de eventos geológicos. Según la revista Geoscience Frontiers, la tierra late cada 27,5 millones de años, lapso en el que han ocurrido los principales eventos geológicos en el planeta. En efecto, los eventos geológicos parecen no ser aleatorios. Según el geólogo de la universidad de New York, Michael Rampino hay evidencia estadística de un ciclo común que sugiere que los eventos geológicos tienen una correlación y presentan ciclos, dicho de otro modo, no son aleatorios como comúnmente se piensa. Por el contrario, obedecen a ciclos muy largos. Cada movimiento geológico, cabe decir, es también un despliegue de energía magnética y vibracional que altera el campo magnético de la tierra.
Resonancia Schumann
Al igual que otros planetas con tormentas eléctricas y atmósferas similares a la nuestra, la tierra emite señales al exterior de forma natural. Estas emisiones eléctricas causan múltiples efectos, uno de los más curiosos es la Resonancia de Schumann. La emisión de ondas eléctricas sigue un ritmo y una frecuencia, en algunos momentos se llega a producir 50 rayos por segundo, siendo que cada uno de ellos genera ondas electromagnéticas. Algunas de estas ondas se combinan para dar lugar a un latido atmosférico de gran energía bautizado como Resonancia de Shumann, en honor a su descubridor Winfried Otto Schumann en 1952. Estos campos de resonancia magnética han sido utilizados hasta para predecir el clima, aunque recientes estudios de la NASA han demostrado que las ondas electromagnéticas logran escapar al espacio exterior.
Como dato curioso, las ondas magnéticas que van de la tierra a la ionósfera (resonancia de Schumann), vibran a la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los seres humanos y demás mamíferos de la Tierra, esto es, 7,8 Hz ciclos por segundo. A tales efectos, la relación entre los procesos planetarios y los procesos de los seres que la habitan es directa, a la vez que material y espiritual.
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En conclusión
La tierra es un sistema vivo que, como todo sistema vivo, alberga vida y tiene procesos y ciclos. La tierra depende de un equilibrio delicado y realiza procesos, siendo uno de los más importantes el de mantener la homeostasis, es decir, preservar el equilibrio interno en un proceso de reajuste. No es raro, pues, que ante perturbaciones como las que suponen el daño al medio ambiente, el superorganismo terrestre del que dependemos presente reacciones. Bajo este orden de ideas, podemos entender al recalentamiento global como una de dichas reacciones.
Si bien los seres humanos creamos cultura y sistemas artificiales como parte de nuestros mecanismos evolutivos de supervivencia, supone un desafío de la globalización respetar la naturaleza y coexistir en armonía, paz y amor dejando a un lado el antropocentrismo y el imperativo de la explotación desmedida hacia el medio ambiente que se ha acelerado producto de la globalización. A fin de cuentas -tal como lo han reconocido un sinnúmeros de culturas ancestrales y saberes alrededor del mundo-, el bienestar de la madre tierra es el bienestar de todos los seres que la habitan. No es raro, pues, que estar en contacto con la naturaleza nos revitalice y nos llene de energías.
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