“Si quieres protagonizar una experiencia sobrenatural -regenerar tu propio cuerpo,
crear insólitas oportunidades que nunca antes habías imaginado y vivir
experiencias místicas y trascendentes-, tendrás que empezar
por familiarizarte con la idea del instante presente: el eterno ahora”
Joe Dispenza.
Muy a menudo se escucha decir eso de vivir en el aquí y el ahora, siendo una frase que alude a no pensar en el futuro ni vivir en el pasado. Parece una máxima simple, pero en realidad supone mucha tela que cortar.
Joe Dispenza, científico que ha investigado sobre los efectos del pensamiento en nuestra bioquímica y los campos electromagnéticos que producimos, propone desde un entendimiento científico, una forma de enfocar la idea de vivir en el presente. Dicha perspectiva científica, no obstante, requiere trascender el mundo físico; cuerpo, identidad, entorno y hasta el tiempo.
Trascender la dimensión material y vivir en el presente
Proyectarse más allá de la personalidad y de nuestros condicionamientos sociales y materiales de crianza, es, evidentemente un gran reto. Se podría decir, que estamos en un alto porcentaje mentalmente programados por nuestro hábitos ideas y creencias, los cuales, han sido inculcados en nuestro proceso de educación y socialización a lo largo de nuestras vidas. En este proceso, absorbemos, además, los valores imperantes de nuestra cultura. Bajo este orden de ideas, la identidad y la personalidad, se van forjando e interactuando con nuestras disposiciones genéticas para desarrollarse de un modo determinado. Sin embargo, la identidad y la personalidad, son elementos a trascender, constituyen las máscaras del ego, las cuales, identificamos erróneamente con nuestro propio ser, toda vez que sedemos a sus deseos y demandas o salimos en su defensa. Así, pues, al soltar los amarres del yo -la identidad y la personalidad-, podremos, a través de la meditación, por ejemplo, conectar con nuestra esencia y comenzar a descubrir que más allá de nuestra identidad y personalidad, se encuentran elevados estados de conciencia del ser.
Pero antes de continuar, vale la pena repasar algunos conceptos que puntualiza Dispenza:
¿Qué es la mente?
Toda vez que un tejido neurológico se activa, se crea mente. Por consiguiente, la mente, desde un enfoque científico, no es más que el cerebro en funcionamiento. Así, pues, lo que se ve en las imágenes de resonancias magnéticas, es una representación de la mente en funcionamiento. De este modo, se puede advertir como empleamos diversas partes del cerebro para realizar distintas funciones.
El cerebro como producto del pasado y vivir el presente
Ahora bien, el cerebro, es mayormente producto del pasado. Un registro dinámico y viviente de tus experiencias y aprendizajes a lo largo de tu vida. El aprendizaje, involucra enlaces sinápticos, siendo -tal como lo describe Dispenza-, un proceso de actualización del cerebro. Asimismo, estos enlace sinápticos configuran una huella química de experiencias pasadas; evocan emociones que han dejado una impronta en nuestras vidas y que asociamos a recuerdos determinados.
Siempre estamos aprendiendo, y hoy se sabe que la neurogénesis continúa hasta la vejez. Aprender, significa crear nuevas conexiones en el cerebro, en tanto que los recuerdos, surgen de mantener esas conexiones en el tiempo. Los recuerdos, son representaciones construidas por nuestra mente de los acontecimientos del pasado, siendo que aquellos más duraderos son los que generan más sinapsis o conexiones neuronales, es decir, los que se asocian a emociones profundas, o bien, a hábitos y actividades que realizamos en piloto automático de tanto haberlas repetido.
El pasado se convierte en futuro: ¿por qué vivir el presente es una buena práctica?
Albert Einstein dijo: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Bueno, este es, en resumidas cuentas, el principio a través del cual el pasado se repite en nuestras vidas a través de mecanismos complejos que involucran a nuestros pensamientos, nuestra bioquímica y nuestras frecuencias vibratorias. Así, pues, existe un hilo conductor entre nuestros pensamientos inmateriales y su materialización en sustancias químicas y patrones de electromagnetismo que emitimos con nuestro cerebro y con nuestros cuerpos. Es así, como cada uno de nosotros proyecta un campo electromagnético, es decir, un campo energético.
Cuando recuerdas o piensas, se generan señales bioquímicas. Luego, estas señales químicas generan sensaciones y sentimientos específicos. Al activar los mismos circuitos neuronales una y otra vez, se genera el mismo patrón bioquímico siempre. Con el tiempo, actuamos de manera automática. Asimismo, la frecuencia vibratoria del círculo pensamiento-sentimiento, también se repite ¿bajo qué mecanismo sucede esto? Cuando generamos pensamientos, las redes neuronales generan cargas eléctricas en el cerebro. De hecho, el cerebro funciona mediante un complejo entramado de electricidad y bioquímica desencadenado por una mezcla de estímulos internos y externos que son tamizados por nuestros pensamientos. Dichos pensamientos, a su vez, están condicionados por nuestras creencias.
Habida cuenta de que mayormente, los sentimientos y emociones son huellas del pasado, empezamos a vivir en el pasado al rumiar problemas constantemente o rememorar sensaciones que nos son familiares. Si dichas emociones controlan nuestros pensamientos, estamos viviendo en el pasado. De igual modo, si estas emociones influyen en las decisiones por tomar, el resultado será seguirlas reforzando a través de experiencias similares a las que las produjeron en una especie de bucle. A este respecto, el control de las emociones negativas ha sido observado en meditadores experimentados, expresándose materialmente en una reducción del tamaño y la actividad de la amígdala aunada a un engrosamiento del neocortex del cerebro.
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Los hábitos son vestigios del pasado, pero ¿se pueden transformar?
El hábito, comporta un proceso de generación de pilotos automáticos, sobre los cuales, delegamos funciones. Por consiguiente, es fácil predecir el futuro a partir de las rutinas y hábitos que nos caracterizan. Bajo el esquema del bucle del pasado antes mencionado “tu porvenir no es más que la repetición de tu historia” subraya J, Dispenza. Esto es, si sigues la misma rutina de ayer, tu futuro se parecerá mucho a ese ayer. De aquí que las rutinas y hábitos terminan definiendo muchas veces nuestra forma de vida y nuestro bienestar.
En resumen, J. Dispenza define que “los hábitos son series redundantes de pensamientos, conductas y emociones inconscientes y automáticas que se instalan a través de la repetición” y, por tanto, la selección de buenos hábitos es fundamental para nuestro bienestar y crecimiento espiritual. Pero ¿somos prisioneros de nuestros hábitos? ¿nuestras conductas, pensamientos y creencias limitan totalmente nuestra libertad? En absoluto, somos capaces de lograr cualquier cosa que nos propongamos, sin embrago, transformar hábitos, pensamientos y creencias para el crecimiento personal, requiere de un gran compromiso con nosotros mismos. No obstante, si has llegado hasta aquí y te encuentras leyendo esto, te encuentras en la búsqueda y, por tanto, vas por un camino de cambio. Modificar los hábitos ya establecidos, requiere de un esfuerzo que comienza por visualizar estados distintos, utilizando la imaginación, que debe venir seguida de la práctica constante de la atención focalizada en el presente.
Modificar un hábito, a veces atañe la transformación de modos de vida arraigados desde muy tempranas edades. No obstante, la imaginación y la visualización es tan poderosa que el cerebro y el inconsciente (donde se arraigan los hábitos y el llamado piloto automático) puede no distinguir entre lo que hemos imaginado y lo que hemos vivido y estamos recordando. En varios experimentos en los que se ha medido la actividad neuronal y el desempeño de un grupo de personas, se ha encontrado que aquellos que imaginaron realizar determinadas actividades como, por ejemplo, tocar el piano, realmente las aprendían más rápido y las estaban incorporando a su experiencia; dicho de otro modo, estaban aprendiendo mientras imaginaban realizar estas actividades. Imaginar, es pues, una forma de salirse de la rutina y de la repetición de nuestro hábitos. Visualizar un estado distinto, imaginarlo, y a la vez sentir las emociones de eso que estás visualizando, es también vivenciarlo y darle materialidad a través de la bioquímica de nuestro cerebro. Enriquece nuestra experiencia, siendo a su vez el primer paso para transformar nuestros hábitos.
La energía fluye allí donde prestas atención
Como se ha mencionado antes, si reproducimos el pasado cada día, creando y vivenciando las mismas emociones, emitimos también el mismo campo electromagnético una y otra vez, es decir, vibramos siempre a la misma frecuencia. En consecuencia, la energía del pasado transporta la misma información al presente. Dicho de otro modo, la energía del pasado se expresa en el presente y para modificar esta tendencia, debemos restarle energía al pasado. Para lograrlo, debemos partir de que la energía fluye allí a donde enfocamos nuestra atención. Así, pues, si a nuestra mente irrumpen siempre pensamientos y sentimientos del pasado, solo cabría esperar que nuestra energía del pasado asociada a estos pensamientos y sentimientos se replique en el presente. De este modo, estamos insuflando energías del pasado en el presente.
Preparar tu cuerpo y tu mente para el futuro, por el contrario, requiere enfocar nuestra atención en algo distinto a lo habitual. Dispenza subraya que “aquello en lo que enfocas la atención y ensayas mentalmente una y otra vez no sólo se convierte en tu realidad biológica, sino también determina tu porvenir”. A este respecto, la imaginación y la visualización son capaces de cambiar nuestro campo energético, transportándonos a estados nuevos y alejados de nuestros esquemas mentales tradicionales.
Por otro lado, la meditación, es una de las principales herramientas para ubicarnos en el presente y modificar nuestros hábitos, no sólo enfoca todas las energías en el presente, practicada con asiduidad, nos permite acceder a niveles superiores de conciencia y trascender el ego, mientras cambiamos sustancialmente nuestra estructura neuroquímica, corporal y energética. La combinación de estas dos prácticas -las cuales, están al alcance de todos-, son el núcleo del crecimiento personal desde una visión científica que gravita sobre la máxima de vivir en el aquí y el ahora.
Los efectos de la meditación y la visualización creativa son tan poderosos, que podemos modificar aún nuestra genética, la cual, es vista muchas veces como un estigma determinista.
Para saber más sobre la epigenética desde esta perspectiva, visita: Epigenética: los efectos inesperados de la mente sobre nuestros genes.
Es bueno entender desde un enfoque científico lo que significa vivir en el momento presente y asociarlo con los mensajes que nos han dejado los grandes maestros de sabiduría de la humanidad como Buda, Jesús y Lao Tse, entre otros, sobre el entendimiento de vivir el aquí y el ahora. En este momento de la historia, más que nunca debemos hacer nuestro mejor esfuerzo en focalizarnos en el presente. Como recomendación, te invito a probar la meditación, que por mucho que leas, solo experimentándola podrás disfrutar de sus beneficios.
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