Akenatón, es uno de los faraones egipcios que ha suscitado más intriga en arqueólogos, historiadores y otros estudiosos de la egiptología. Y es que Akenatón introdujo la idea del monoteísmo en Egipto durante su reinado. Aunque muchos aseveran, que trataba de enseñar más bien la idea de la unidad con el todo.
No obstante, su reforma religiosa no dejó granjearle enemistados dentro de las élites del poder sacerdotal y teocrático del Imperio Egipcio. Su legado póstumo, buscó borrarse por completo durante los reinados que le sucedieron; incluyendo el de su hijo, el faraón Tutankamón. Destruir el culto del hereje -a quién, además, se le culpó de una epidemia que asoló y diezmó la población de Egipto durante su reinado-, impidió que las fuentes documentales y arqueológicas de su periodo no fuesen tan profusas como las de otros faraones. Sin embargo, el legado de Akenatón fue literalmente desenterrado por la ciencia arqueológica moderna.
Akenatón sube al trono ya rompiendo con la tradición, pues cuando se hace faraón, su padre, Imenhotep III, aún seguía con vida y le cedería el trono a través de circunstancias hasta ahora inciertas. El nuevo faraón, gobernó durante uno de los periodos de mayor esplendor del Imperio Egipcio, hace aproximadamente 3500 años. Egipto, era, quizás, el impero más rico y poderoso del mundo para aquel entonces.
Desafiar el sistema de fe del antiguo Egipto
Cuando Akenatón asume el poder, la religión egipcia llevaba alrededor de 1500 años practicándose. El poder centralizado y concentrado de su título de faraón -considerado un Dios en la tierra-, le permitió alcanzar un éxito parcial y temporal en tamaña hazaña de transformar las creencias egipcias.
A pesar del poder que detentaban de suyo los faraones, sacudir los cimientos de una tradición religiosa politeista tan arraigada a la cultura y a la estructura de poder de la sociedad egipcia, no estaría libre de conflictos y afrentas. Así, pues, la pareja faraónica -la reina Nefertiti y Akenatón-, encontrarían una férrea oposición a su mandato y a sus proyectos reformistas.
Bajo el reinado de Akenatón, las deidades representadas como animales antropomórficos de la cosmovisión egipcia, fueron sustituidas por un Dios abstracto, el Dios Sol, que ilumina la tierra y nos brinda su energía.
Asimismo, Akenatón decidió abandonar la ciudad sagrada de Tebas, donde habían residido los faraones durante siglos. Posteriormente, construyó una ciudad a unos 320 km al norte de Tebas, la ciudad de Amarna, el Horizonte del Sol. La ciudad, pronto se cubrió de esplendor, y se convertiría en el centro neurálgico de Egipto, transformándose en la sede del poder político, religioso y administrativo del imperio.
La visión espiritual de Akenatón
Las propuesta religiosa de Akenatón, iba mucho más allá de lo que se podría percibir como cambios palpables concretos en la cultura material egipcia como, por ejemplo, la construcción de la ciudad de Amarna, o, los templos de Amón, cuyos espacios, a diferencia de los tradicionales recintos encerrados anteriores, permitían rezar al aire libre bajo la luz solar que los bañaba durante el día. No fueron sólo cambios en los parámetros estéticos en los que la figura humana y el entorno se empezó a representar con más realismo y menos idealización (Akenatón muestra en las esculturas una proporciones más bien andróginas que no encajan con los estereotipos de las esculturas egipcias de las dinastías faraónicas). Antes bien, el culto solar era, según algunos estudiosos espirituales sobre el tema, un culto a la energía universal; una visión panteista en la cual, el universo, la naturaleza y los dioses eran equivalentes. Pero Akenatón debía darle a los egipcios un elemento de transición para adorar. Por tanto, eligió al Sol, puesto que su energía atañe a una representación más abstracta que los animales (muy usados dentro de la simbología egipcia) y no era tan fácil de plasmar en imágenes para templos y altares. Akenatón entendió que los egipcios necesitaban una transición progresiva a la nueva creencia. Una que no dejara de lado totalmente la iconografía de sus deidades tradicionales. En efecto, el faraón fue un líder curtido en las tradiciones egipcias desde niño y, por consiguiente, supo plegarse a la impronta cultural religiosa para lograr transmitir sus ideas y proyectos.
Al parecer el culto al Sol fue elaborado cuidadosamente, y, prueba de ello, es que se instauró al cuarto año del reinado de Akenatón. El culto al Sol, Atón, involucraba la simbolización de una de las principales fuentes energéticas de la que depende la vida en la tierra; el alimento de la vida, el prana, provenía del Sol.
Drúnvalo Melchizedek, autor del libro El antiguo secreto de la flor de la vida, considera a Akenatón un maestro iniciado. El faraón, según señala, instituyó una Escuela de los Misterios Egipcia vinculada al Dios Horus, cuyas enseñanzas incorporaban la geometría sagrada y la visión de la unidad holística con el todo universal.

Sitio arqueológico de la ciudad de Akenatón en Amarna, Egipto
Los egiptólogos señalan que hubo una transformación progresiva de Amón-Ra -una de las principales deidades solares del panteón de dioses egipcios (representado por un halcón con el disco solar en la cabeza)-, a la del Dios Atón, instituido por Akenatón, cuya representación era precisamente el disco solar. La nueva religión, llevó a Akenatón incluso a cambiar su propio nombre de Amennohtep IV (otro de los nombres de Akenatón) por Ajenatón “Resplandor de Atón”.
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El holismo en el culto a Atón
Cabe resaltar, que el nombre de la deidad solar que difundió Akenatón, es decir, el Dios Atón, traduce como “todo” o “completo”. Atón; simboliza la unidad con el todo. En la cosmovisión egipcia, fue considerado como el espíritu que insuflaba aliento a la tierra. Atón simbolizaba la bondad, la justicia y el orden del universo -también conocido como Maat (Diosa hija de Ra).
La sabiduría que nos legó el faraón Akenatón fue la del entendimiento de que somos uno con el universo, Dios y ese todo que está dentro de cada uno de nosotros y podemos sentirlo en contacto con la naturaleza, es decir, al aire libre y en cualquier parte. Este modo de pensar en la época que vivió fue revolucionario y, por lo tanto, se entiende que haya tenido tantos adversarios. Sin embargo, es una sabiduría que en la era moderna hemos rescatado, entendido y admirado.
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