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Muchas veces nos da la sensación de que cuando estamos aceptando algo, nos estamos resignando. Es importante comprender que aceptar no es resignarse. Si al aceptar tengo la sensación de que me estoy resignando, en verdad estoy rápidamente conectando con un estado de ser víctima, es decir, con los egos.

Aceptar una situación que no podemos cambiar, puede traernos paz, tranquilidad y encaminarnos hacia mayores niveles de felicidad y bienestar. En una sociedad global -con unos patrones de éxito materiales tan estandarizados-, la aceptación puede ser percibida como símbolo de conformismo y falta de empuje. En otras palabras, la aceptación no siempre es bien vista y a veces es estigmatizada.

No obstante, la aceptación no comporta abandonar nuestras metas u objetivos, o hacer cambios o tomar acciones. Antes bien, involucra un proceso de selección de aquellos objetivos sobre los cuales enfocar las energías y, por consiguiente, atañe a un proceso de higiene mental. Es en este proceso en donde la frustración y las energías negativas se transforman en aceptación y canalización de las energías hacia mejores propósitos, o hacia generar en nuestras vidas cambios o acciones.

Lo mismo sucede con el acto de aceptar a las personas tal y como son, aunque a veces no las entendamos o no estemos de acuerdo con sus perspectivas. En efecto, en la medida que las aceptamos, a pesar de las diferencias, comenzamos a tener relaciones cada vez más armónicas. La aceptación es un sentimiento totalmente diferente a sentirse resignad@ a interactuar con aquellas personas que están en nuestras vidas por diferentes circunstancias.

Así pues, la aceptación requiere que comprendamos e integremos sus beneficios. Amerita de la decisión consciente  de canalizar nuestra energía en esa frecuencia de alta vibración. Esta canalización de energías impedirá que la frustración y las emociones negativas (a través de la no aceptación) nos desequilibren mental, física, espiritual y energéticamente.

Falta de aceptación y apego

La falta de aceptación encuentra un estrecho nexo con el apego. Aquello que no aceptamos es también algo a lo que estamos aferrados. Nuestros deseos, apegos materiales y/o emocionales impiden, pues, la aceptación. El apego, tal como lo han enseñado los grandes maestros espirituales a lo largo de la historia, es una fuente de sufrimiento existencial. Y sufrimos cuando no logramos aceptar alguna situación o persona.

Aceptar es, pues, una forma de trascender el apego. La aceptación nos permite enfocarnos en aquello que se encuentra bajo nuestro control. Y solo podemos controlar lo que decidimos aceptar, entendiendo dicha aceptación como una condición necesaria para la paz y la tranquilidad. Aceptar es, pues, comprender en profundidad lo que lo significa realmente amar incondicionalmente, es decir, sin condiciones. Y no implica estar de acuerdo con una persona o situación en todo momento, simplemente la acepto, porque lo entiendo como un ser en evolución. Entiendo sus procesos individuales que seguramente serán diferentes a los míos. Asimismo, si se trata de una situación, la entiendo como un proceso necesario para mi aprendizaje y evolución en consciencia.

Resulta evidente que una persona no puede ser feliz si no acepta las cosas que querría fuesen de otro modo, pues, difícilmente torcerá las circunstancias externas a su voluntad siempre. De hecho, solo podemos controlar el cómo afrontamos esas circunstancias externas y no a las circunstancias en sí. Por ello, la aceptación es una forma de encarar las contingencias con resiliencia y sacando el máximo provecho y aprendizaje de cada situación, para así, conectarnos con un mayor potencial de sabiduría.

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Inteligencia intrapersonal y aceptación

Lejos de la idea que la aceptación contribuye al conformismo y a una actitud apática ante la vida, aceptar aquello que no podemos cambiar nos libera de aquello que podría llegar hasta a obsesionarnos, pudiendo afectar nuestra autoestima. A estos efectos, aceptar las situaciones, a los demás y aceptarnos a nosotros mismos, eleva nuestra autoestima, nuestra empatía y, por consiguiente, mejora nuestro estado emocional y nuestras energías.

La capacidad de hacer frente a los desafíos tiene que ver más con el mundo mental interno, con la calidad de pensamientos que generamos y con la conexión con nuestra espiritualidad que con el exterior. Es por esta razón que la autoestima y el conocimiento de nuestros poderes interiores son tan importantes para encarar los desafíos.

Aceptar nos invita, pues, a concentrarnos en nuestras fortalezas, y, de este modo, nos genera una sensación de gratitud por aquello que hemos logrado -o bien, por tener la oportunidad de cambiar lo que si podemos cambiar. Energéticamente es mucho más beneficioso. Y de este modo, bajo esta actitud, es mucho más probable que se abran nuevas puertas, que veamos las situaciones con otra perspectiva y claridad, encontrando nuevas soluciones y caminos.

Pero la aceptación requiere de introspección y autoconocimiento, y de esta forma comenzamos a comprender desde el amor incondicional y sin juicios hacia nosotros mismos y hacia los demás, lo que realmente significa. Bajo este orden de ideas, debemos trabajar en nuestra inteligencia intrapersonal e interpersonal, para mirar un poco a nuestro alrededor y hacia nuestro interior.

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¿Cuándo aceptar?

A todas estas, cabe bien preguntarse sobre aquello que vale la pena aceptar y trascender. Sobre qué cosas debemos pasar la página y cerrar capítulos. La respuesta una vez más está en nuestro interior. Todo aquello que nos genera apego y sufrimiento debería aceptarse. Si no podemos cambiar algo, vale la pena aceptarlo, pero teniendo en cuenta que la aceptación no involucra necesariamente abandonar tu propósito ni tampoco implica no hacer nada al respecto. Por el contrario, se trata de ACEPTAR las situaciones para desde la fortaleza, el empoderamiento y el entendimiento de lo que significa lo que estoy viviendo (donde se va integrando el aprendizaje) y no desde la necesidad, actuar en aras de lograr nuestros propósitos espirituales o de cualquier tipo.

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El autoconocimiento, por otro lado, es imprescindible para la aceptación. Bajo este orden de ideas, aceptar tus emociones, sin juzgarlas, sobre determinada situación, te ayuda a trascenderlas con mayor facilidad. No es fácil decir que te debes sentir bien sobre algo que aún no has aceptado como si se tratase de pasar un interruptor, y, escuchar esto puede resultarte frustrante. Sin embargo, conectar con la aceptación en todas las áreas de tu vida te llevará automáticamente a una sensación de mayor felicidad y tranquilidad. Para ello, existen herramientas espirituales como la meditación que nos ayudan un montón en el proceso de comprensión de lo que significa la aceptación, dado que generan empatía, a la vez que nos ayudan a trascender el ego permitiéndonos, con la práctica, tener una vida más feliz y tranquila.

Aceptación y equilibrio energético

Sobra decir que en el momento que comienzas a conectar con la frecuencia de la aceptación, comienzas a sentir que en tu vida hay más calma y tranquilidad, te comienzas a sentir más feliz, lo cual, te llevará automáticamente a crear mayor armonía en tu vida y en tus relaciones. Asimismo, se comenzarán a equilibrar tus cuerpos físico, mental, emocional y, por lo tanto, tu campo energético.

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