Podemos decir que las creencias son todos aquellos pensamientos que de tanto haberlos escuchado y repetido, se han instalado en nuestra mente. De niños, tendemos a imitar la forma de pensar de nuestros padres, familiares, profesores y adultos a nuestro alrededor. Tendemos a imitar lo que ellos piensan y dicen. Es importante, por lo tanto, darnos cuenta entonces que nuestra forma de pensar -nuestro sistema de creencias-, no es nuestro propiamente hablando. Antes bien, es un reflejo del entorno familiar, social y cultural en el que hemos nacido y en el que nos hemos desenvuelto durante nuestras vidas.
Todos manejamos un sistema de creencias, y, nuestras creencias, determinan nuestra percepción de la realidad. Dicho de otro modo, nuestras creencias son el cristal bajo el cual vemos al mundo.
Lejos de lo que se piensa, las creencias no son todo lo opuesto a la visión científica de la realidad, por cuanto la ciencia descansa en un conjunto de creencias y supuestos básicos sobre la realidad; por ejemplo, nuestra capacidad para conocer dicha realidad (que es un problema estudiado por la epistemología de la ciencia). Bajo este orden de ideas, las creencias son ideas que se dan por ciertas solo porque son socialmente aceptadas. No existe otro juez de su certeza o veracidad que su aceptación social, por lo tanto, muchas creencias terminan formando parte del sentido común.
Dicho esto, parece evidente que las creencias influyen enormemente en nosotros. Actuamos, sentimos y pensamos con base a nuestro sistema de creencias. Asimismo, nuestro juicio y percepción de la realidad es filtrado por nuestras creencias. Y, nuestro bienestar y crecimiento personal puede, así también, ser promovido u obstaculizado por nuestras creencias.
¿Podemos vivir sin creencias?
A ciencia cierta no es posible. Desde aquellas primeras bandas de cazadores y recolectores del paleolítico, el ser humano ha narrado mitos e historias cuyas huellas pueden advertirse en los vestigios arqueológicos; huellas de su cosmovisión y de sus creencias. Aún si decimos que somos totalmente ateos, estaremos dando por sentado cosas que no podemos probar. Incluso el agnosticismo comporta ciertas creencias imposibles de eludir. De manera que no podemos vivir sin creencias. Lo que si podemos es elegir un sistema de creencias que nos permita vivir con mayor paz, armonía y plenitud, desarrollando nuestra consciencia.
Los mitos que atañen creencias, están tan arraigados a nuestra sociedad y cultura que los vivimos a nivel inconsciente. A estos efectos, aunque no podamos evitar seguir alguna creencia determinada, podemos elegir un sistema de creencias que se adapte a nuestra esencia, a lo que en verdad sentimos que somos; uno que nos aporte mayor felicidad y bienestar. Bajo este orden de ideas, la ciencia ha dado pruebas de que un cambio en nuestro sistema de creencias y en nuestros hábitos redunda en un mayor bienestar. Y la física cuántica, ha arrojado luces recientemente sobre el poder de nuestros pensamientos para cambiar la realidad.
En el universo todo es energía estructurada de distintas maneras y en constante movimiento, y, nuestras creencias no son la excepción. Nuestros pensamientos -concebidos bajo el marco de nuestras creencias, ideas y experiencias-, tienen la capacidad para crear la realidad. Por lo tanto, si queremos crear otra realidad en nuestra vida, tenemos el poder de generar otros pensamientos, los cuales, formarán parte de nuestro nuevo sistema de creencias.
¿Cómo darse cuenta de cuáles creencias debemos y podemos cambiar?
Cuando nos percatamos de que una creencia es perjudicial, es porque hemos advertido sus síntomas a nivel personal o social, y, empezamos a reflexionar sobre el malestar que nos aqueja, así como también, sobre sus causas, aunque no hayamos dado en el clavo de que el malestar puede estar vinculado a nuestro sistema de creencias. Esto se hace mucho más complejo toda vez que nuestras creencias –normalmente arraigadas a la tradición-, empiezan a formar parte de nuestra identidad. Nos identificamos con una determinada forma de pensar basada en ciertas ideas a las que damos fuerza, las cuales, empiezan a formar parte de nuestro yo.
Los sistemas de creencia tienden a normalizarse como cosas del sentido común, es decir, que se dan por sentadas solo porque así lo indica la tradición de una determinada sociedad; pasan a formar parte de la normalidad. Así pues, no podemos ver tan fácilmente que una creencia o idea no es buena para nuestro crecimiento personal, o bien, nos está siendo perjudicial, o, no está en la línea de lo que sentimos. Para ilustrar este punto, imagina a un pez en su pecera sin saber que el medio acuoso no es el único, y que quizás no percibe el agua porque no conoce nada más que el entorno de su pecera, el agua le rodea y le embebe de manera tan constante que no la nota. Así como esta pecera, pueden ser las ideas y creencias, operando incluso a nivel inconsciente en nuestras vidas sin que las notemos.
¿Se pueden cambiar las creencias?
Cambiar nuestro sistema de creencias es posible. En efecto, cambiar nuestras creencias es algo muy parecido a reprogramarnos y, por consiguiente, requiere de tiempo y esfuerzo de nuestra parte. Técnicas como la programación neurolingüística se enfocan en cambiar nuestras creencias a través del lenguaje y la visualización, pues el inconsciente, realmente no reconoce entre lo real y lo imaginado. De hecho, nuestras memorias y recuerdos, son en buena parte reconstruidas bajo un relato al que damos coherencia según han indicado algunos estudios científicos.
Otra forma de cambiar nuestra programación es, sin duda alguna, la reflexión en soledad. En nuestros momentos de reflexión, podemos poner especial cuidado a nuestros pensamientos y a la forma en que nos hacen sentir, tratando de indagar sobre si estos pensamientos que nos incomodan o nos generan ansiedad tienen alguna base, o si más bien, forman parte de creencias que no son en verdad nuestras y que las hemos integrado y normalizado y, por consiguiente, pasaron a ser parte de aquello que llamamos sentido común.
Leer también: Sanar con la mente cambiando los pensamientos
Aclarar la mente y crear nuevas conexiones neuronales
No menos importante para mejorar la calidad de nuestros pensamientos y creencias es el hábito de la meditación. Tal como lo señala Joe Dispenza –científico que ha dedicado la mayor parte de su carrera a estudiar el poder de la mente sobre la realidad desde un enfoque interdisciplinario que va desde la neurociencia, hasta la física cuántica-, la meditación es capaz de cambiar la estructura de nuestro cerebro, modificar nuestros pensamientos y librarnos de traumas que pueden estar bloqueando nuestras energías y nuestra armonía interior.
En conclusión, lo que es bueno para nuestro cerebro, también lo es para nuestro campo energético. Prácticas espirituales como el yoga y la meditación, han probado favorecer enormemente a nuestras capacidades cognitivas y a nuestro cerebro. Cambiar nuestros pensamientos nocivos o negativos es, de hecho, una forma de autosanación.
Quizás también pueda interesarte leer: Inconsciente colectivo, entrelazamiento cuántico y campos mórficos
Conexión con la sabiduría interior y liberación de creencias limitantes
Las creencias pueden ser limitantes y, por lo general, es cuando estas vienen de afuera; soy feliz cuando tengo pareja, cuando tengo hijos o una casa bonita, por ejemplo. Así, pues, le damos poder a lo de fuera, creyendo que de este modo seremos felices. Sin embargo, muchas veces logramos muchas cosas externas, y, aun así, no nos sentimos felices. Las creencias pueden transformarse a través de un proceso de comprensión y sabiduría en verdades que podemos verificar a través de la experiencia. Por ejemplo, mi felicidad solo depende de mí mism@.
La felicidad, está adentro y tiene que ver con la reconexión con el ser, siendo algo que podemos verificar. Cuando reconectamos con el ser de repente empezamos a sentirnos bien con nosotros mismos, comenzamos a sentir felicidad, bienestar, calma, y, llegados a este punto, podemos verificar empíricamente que la felicidad solo depende de nosotros mismos. Por esto, es fundamental cuestionar todas las creencias, no dar nada por sentado, no asumir que todo es verdadero aún si forma parte de alguna tradición social.
Finalmente, frente a las creencias es importante ser escépticos, y así, conquistar la libertad de nuestros pensamientos. No adoptar las creencias de otros o de la sociedad y establecer nuestras propias creencias desde la conexión con nuestra sabiduría interior y con lo que en verdad sentimos que somos.
Comentarios recientes